A principios del siglo XIX, en concreto en 1819, en España el estado de la Armada era lamentable y los intentos de independencia de las colonias en América hizo que se formara una escuadrón formado por varios navíos para que zarparan hacia este destino para intentar poner orden y controlar la situación. Uno de ellos fue el San Telmo, con 52 metros de eslora y 74 cañones, que nunca volvió de su travesía, aunque posiblemente arribó a una desconocida tierra, llegando a ser el navío conquistador de la Antártida.
El grupo de naves preparadas para ir a América estaba formado por dos navíos, el San Telmo y el Alejandro I y dos fragatas, la Primorosa Mariana y la Prueba. El San Telmo tenía ya más de 30 años ya que fue construido en Ferrol en 1788, por lo que se encontraba en un estado muy crítico. El resto y debido a la escasa flota española por aquellos años, fueron adquiridos a Rusia por un precio bajo. Uno de los buques fue incluso regalado debido a su ruin estado. El destino de esta travesía en concreto era el puerto de Callao en Perú para reforzar a las tropas destinadas. Para comandar dicho viaje fue encargado a Rosendo Polier que tenía experiencia en grandes batallas como la de Trafalgar.
Todos partieron de Cádiz, un 11 de mayo de 1819, excepto el Alejandro que tuvo que hacerlo al día siguiente por una serie de averías de última hora. Pese a la dureza de la travesía, el San Telmo y las fragatas lograron recalar en Río de Janeiro y Montevideo, y en septiembre asomaron por paso de Drake para doblar el cabo de Hornos. Drake conocido por sus malas condiciones meteorológicas y arrasadoras tormentas, llamado así en honor al inglés Francis Drake quien logró cruzar el estrecho de Magallanes en 1578.
El San Telmo arrastraba problemas con la verga mayor, entrada de agua y avería en el timón. Con aquellas violentas tormentas todo apuntaba a un incierto final. Todas las naves llegaron a su destino, Callao, a principios del mes de octubre pese al mal tiempo y algunas enfermedades gestadas durante el viaje que afectó a la tripulación, acompañados de múltiples averías. Excepto el San Telmo que se le había perdido la pista el 2 de septiembre, en latitud 62º Sur y 70º Oeste de longitud, con cerca de 650 hombres.
Del barco nunca más se supo, se cree que desapareció entre el cabo de Hornos y la desconocida Antártida. Aunque el navío se llamaba San Telmo, como el santo patrón encargado de auxiliar a los navegantes en caso de grandes tempestades, nunca arribó a su destino de Callao.
Pasado algunos años y ante la falta de noticias salió una orden del reino en la cual se le daba por desaparecido:
«En consideración al mucho tiempo que ha transcurrido desde la salida del navío San Telmo del puerto de Cádiz el 11 de mayo de 1819 para el Mar Pacífico y a las pocas esperanzas de que se hubiera salvado este buque, cuyo paradero se ignora, resolvió el Rey, que según propuesta del Capitán General de la Armada fuera dado de baja el referido navío y sus individuos…».
Se especuló mucho sobre la desaparición y se cree que fue llevado por los temporales a la isla Livingston, en territorio antártico, donde encallaría para siempre. Existieron testimonios posteriores que señalaron haber visto restos del buque e incluso el nombre escrito en algunos de los abundantes restos que cubrían aquellas tierras, rodeados de restos de huesos de humanos y focas.
En concreto, el capitán británico Williams Smith buscando rutas alternativas al Cabo de Hornos, desembarcó en Livingston, en las islas Shetland del Sur, donde encontró un naufragio que correspondía con las características del San Telmo. Hecho que por cierto no le gustó nada al ver que no fue el primero en desembarcar en estas lejanas y poco exploradas tierras.
Se cree que los supervivientes del San Telmo vivieron por algún tiempo en estas inhóspitas tierras. El frio y el hambre posiblemente acabaron con ellos.
Unos años después fue el capitán Weddell, también británico y poseedor del record mundial durante casi un siglo, de la posición más austral, quien alcanzó la isla del Rey Jorge en la Antártida descubriendo restos de un naufragio que atribuyó al San Telmo.
Pero existieron mas vivencias y fue en un artículo del escritor Pio Baroja titulado, «El final del navío San Telmo» donde se mencionaba la versión de un escritor de la época, del siglo XIX, Antonio de San Martin donde se relataba que dos años después de la desaparición, un barco italiano nombrado «El Volturno» vio escrito en la popa de un barco encallado «San Telmo». El capitán acompañado de algunos marineros subió a bordo, encontrando a un tripulante muerto y congelado y al capitán en su camarote con su perro, ambos momificados por el frio. Se pensó que todos abandonaron la nave en botes menos el capitán.
Existió un proyecto para buscar los restos del barco, liderado por investigadores españoles y chilenos, realizando varias campañas de búsqueda entre 1993 y 1995. Llegaron a descubrir muchos restos de navíos, humanos, animales, pero no se encontró ninguna prueba que les confirmara relación con el San Telmo. Lo que si encontraron fue calzado ligero, como unas especies de sandalias nada común en esa zona, así como restos huesos de cerdos, muy típico como mercancía viva en aquellos navíos españoles. En honor al navío y sus valientes tripulantes se puso una placa en la playa Media Luna, en el cabo Shirreff de la isla Livingston.
La parte alentadora de esta trágica historia, es que un grupo de hombres pudieron haber sido los primeros conquistadores la Antártida. Quién sabe si alguno de los hombres que huyeron en bote alcanzara algún lugar remoto y misterioso. Tierras a día de hoy llena de leyendas y de anomalías magnéticas, quizás provocadas por los múltiples restos de anclas, cadenas, cañones que descansan en el fondo o quizás no…