Calígula; 1400 días de terror

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Despiadado, malvado, cruel, vengativo, depravado….son algunos de los calificativos con los que podemos calificar a Cayo Julio César Germánico, más conocido por el sobrenombre de Calígula (botitas en latín).

Hijo del gran general Germánico y de Agripina la Mayor, pasó a la historia no sólo como tercer emperador de Roma, sino como unos de los más crueles, sanguinarios y nefastos princeps junto con su sobrino Nerón y posteriormente Cómodo.

Nacido el 31 de agosto del año 12 en Ancio, fue el tercero de 6 hermanos. Emperador desde el 16 de marzo del año 37, su reinado, al principio, parecía que iba a ser un bálsamo para Roma, su antecesor Tiberio, un viejo libertino y tacaño había dejado las arcas del Estado repletas de dinero. Esos primeros años estuvieron marcados por la prosperidad y una buena gestión.

Pero Calígula sufrió una grave enfermedad, no se sabe bien si era epilepsia, o por una cierta predisposición genética al mal, lo que sí sabemos es que le conllevó daños cerebrales irreparables que posteriormente se manifestaron como profundos trastornos conductuales.

Después de recobrarse de la larga enfermedad y recuperar la salud había nacido el auténtico Calígula. Ordenó matar a todos los romanos que habían pedido a los dioses por su pronta recuperación, forzó a suicidarse a muchos exiliados, incluso a su esposa, su suegro y a su primo Tiberio Gemelo.

Ordenaba ejecuciones sin juicio mientras mantenía pantagruélicas cenas en las que se mezclaba el vino, manjares, violencia y actos sexuales. Le encantaba mantener relaciones sexuales de toda índole mientras presenciaba ejecuciones.

Busto de Calígula.
Busto de Calígula.

Se llegó a casar cuatro veces, aunque una en forma tolemaica con su hermana preferida Drusilla, a la cual dejó embarazada, y harto de esperar por su futuro heredero, una noche, estando Drusilla ya de ocho meses de gestación, le rajó el vientre y sacó de sus entrañas al que sería su heredero, a causa de ello fallecieron su amada hermana y su heredero.

Pero eso no lo hizo cambiar, malgastaba el heraldo público en espectáculos en los cuales había lucha de gladiadores, representaciones teatrales donde eran ejecutados los infelices encarcelados, donde condenados a muerte eran devorados por tigres y leones acostumbrados a ingerir carne humana.

Malgastaba el dinero a raudales, fiestas, espectáculos, carreras, en telas y ornamentos orientales, le gustaba vestir de manera estrafalaria, incluso mandó construir al lado del Palatino un templo para que los romanos lo pudieran adorar, pues él se creía Júpiter.

Todos los días cuando se cambiaba de ropa, exigía que la estatua que estaba en su templo llevase la misma ropa que él ese mismo día, él en persona se encargaba de que así fuera.

La gente lo temía y temía ser castigada por cualquier tontería, pues para Calígula cualquier hecho podía ser causa de lesa majestad.

Odiaba Roma y alguna vez dijo:

ojalá Roma fuera un cuello para cortarlo de un hachazo.

Además de depravado, loco  y cruel, estaba lleno de complejos y una palabra que odiaba era cabra, pues él creía que se asemejaba a tal animal, nadie podía decir esa palabra. CABRA, podías acabar ejecutado y tu cuerpo amontonándose en las escaleras Gemonias, lugar donde se iban acumulando los cuerpos sin vida de senadores, patricios y gente a la que directamente mandaba asesinar por lesa majestad u obligaba a suicidarse, para así, él obtener toda la herencia de los pobres ejecutados. Las arcas del Estado se estaban agotando y Calígula tuvo la fantástica idea de hacerse heredero universal de todo romano rico. Nadie se lo negaba y en pocos días aquel Patricio moría por “causas extrañas” y su dinero pasaba al Emperador.

Físicamente era alto, grueso, muy velludo, pero con las extremidades y el cuello muy delgados lo cual le daba un aspecto repugnante, en cambio era bastante calvo desde muy joven e intentaba ocultarlo con pelucas o adornos florales.

Era muy temeroso de las tormentas y se sabe que apenas dormía 3 horas.

Era tan vengativo que, a veces, se sentaba en las escaleras del Palatino, y si veía que pasaba un joven más guapo y apuesto que él (lo cual no era nada difícil) lo mandaba ejecutar.

Las arcas del Estado seguían menguando, subió los impuestos, e incluso convirtió el palacio imperial en un prostíbulo, así todo el dinero recaudado era para él.

Como él se consideraba un dios en la tierra, mandó decapitar todas las estatuas del pabellón de los dioses y que pusieran su busto como remplazo. Su megalomanía no tenía fin. Seguía dilapidando el dinero en construcciones fuera de lugar como un puente hecho con barcos que comunicaba el istmo de Corinto, un puente flotante temporal entre Baiae y Puteoli; crear dos de las mayores embarcaciones de la antigüedad, una que albergaba un templo de Diana y otra que era un palacio flotante con pisos de mármol y cañerías propias.

Como Calígula se creía un dios incluso inició una guerra contra Neptuno, hizo que sus soldados disparasen al mar y después los puso a recoger conchas que supuestamente eran los despojos del gran dios del mar.

También inició una campaña contra Britania, después de hacer el ganso por aquellas tierras, organizó una marcha pública en Roma donde supuestamente galos eran prisioneros de la ficticia guerra que acababa de ganar contra la reciente anexionada Britania.

Un signo evidente de locura era su caballo Incitatus, para el cual mandó construir un pesebre de mármol y marfil rodeado de jardines y con 18 sirvientes, el caballo era de carreras y participó en muchas. La noche anterior a la competición Calígula decretada un silencio general en Roma para el descanso del caballo. Incitatus comía copos de avena mezclados con suaves y delgadísimas escamas de oro, bebía de copas de oro, devoraba ratones, calamares, mejillones y pollo, vestía púrpuras de la mejor calidad y no copulaba con yeguas, si no con una bella mujer llamada Penélope que pertenecía a la alta sociedad y había sido elegida por Calígula como esposa de su amado caballo.

Se cuenta que antes de que muriese, Calígula recibió algunas señales de que su final estaba por venir, Sila, astrólogo consultado por Calígula con cierta frecuencia, le dijo que tendría una muerte próxima violenta e inevitable. Visito los oráculos de Ancio, los cuales le dijeron que se cuidase de un tal Casio. Calígula reaccionó haciendo ejecutar al procónsul Casio Longino.

Su muerte fue planeada por tres hombres, liderada por Casio Querea, su pretoriano de confianza y ejecutada por él y otros pretorianos aunque se sabe que muchos senadores militares y otras personas sabían que existía un complot contra él. Su muerte se produjo en una emboscada, a la salida de los Juegos Palatinos, cuando Calígula iba por un túnel hacia sus aposentos a descansar un rato. Murió apuñalado mientras gritaba por sus guardaespaldas germánicos y entre las puñaladas vociferaba «más, más, más» que era lo que él decía cuando ejecutaban algún senador delante de él «mátalo de tal manera que sepa que se está muriendo».

Cuando llegó su guardia germánica ya era tarde y aunque mataron a muchos de los magnicidas no lograron acabar con todos, los cuales ya estaban dentro del palacio buscando a la familia del fallecido emperador, a su esposa Cesonia y a su pequeña hija Julia Drusilla las cuales fueron asesinadas, dejando así libre a Roma de la estirpe de Calígula. Sucedió un 24 de enero del año 41, sólo tenía 28 años, pero una carrera llena de sangre, locura, violencia, depravación, odio y egolatría.

Algunas de las locuras de Calígula que merece la pena mencionar:

  • Bebía perlas disueltas en vinagre cosa que había copiado de Cleopatra y ofrecía en los banquetes comida mezclada con oro.
  • A su última esposa Cesonia la paseaba desnuda a caballo con escudo y espada, frente a los soldados.
  • Abusada tanto de hombres como de mujeres.
  • Hizo castrar al gladiador Longino como castigo por tener un pene más grande que el suyo.
  • Hizo cerrar graneros públicos para que el pueblo pasase hambre.
  • Alimentaba a las fieras con criminales vivos para ahorrar dinero y divertirse.
  • Hacía quitar los toldos de los anfiteatros para que los espectadores sufriesen insolaciones e  incluso lanzaba joyas y monedas hacia el palco de los senadores para crear estampidas y muertes.
  • Odiaba tanto al Senado que incluso los amenazó con convertir a su caballo Incitatus en Cónsul.
  • No sabía nadar, pero le encantaba ver lanzar al agua a los patricios y senadores en la inauguración del puente flotante, y al pedir auxilio, les daba él mismo con remos para que se ahogasen.
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Mercedes Martínez-Núñez de Arias
Criminóloga, directora de seguridad experta en Puertos, Aeropuertos y Scanner. Enamorada de la lectura y la historia.

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