En la sección Mundo Natural de Informe Insólito nos hemos acostumbrado ya a viajar en el tiempo y a lo largo del planeta. Y es que una vez más debemos sacar a la luz a una criatura misteriosa.
Asociamos los estanques y los riachuelos con libélulas que revolotean sobre el agua. Una imagen bucólica y un insecto al que podría incluso aplicarse el calificativo de «simpático». Sin embargo, en lo que a agresividad respecta, las libélulas son los leones del mundo de los insectos.
Un 90% de su cuerpo es puro músculo (ninguna otra criatura posee el mismo porcentaje de músculo en el cuerpo). Son además, capaces de volar a 80 kilómetros por hora empleando sus cuatro alas que mantienen extendidas constantemente. Emplean sus patas a modo de cesta para atrapar pequeños insectos al vuelo. En caso además de ser apresadas por el abdomen, pueden girarse y propinar fuertes mordiscos con sus mandíbulas. Estas características, sumadas a su curiosa morfología, hacen que sea claro el por qué los angloparlantes la llaman «Dragonfly» (mosca dragón en inglés).
Y eso que, a pesar de todo, son insectos que rara vez sobrepasan los diez centímetros de longitud. Sin embargo, en otro tiempo, libélulas más grandes dominaron los bosques y pantanos. Al igual que en el artículo referente a las arañas gigantes, volamos (con el permiso de nuestro piloto de Informe Insólito Iván Castro para el empleo de la palabra) al Período Carbonífero.
Amigos de lo insólito, conozcan a la Meganeura, la mayor libélula de la historia. La reina de los cielos del Carbonífero, con una envergadura de casi un metro y una longitud corporal de 70 centímetros. Sus parientes actuales son mosquitos en comparación con la misma. Se trata pues, del insecto volador más grande descubierto hasta la actualidad.
Un rasgo compartido por todos los artrópodos del Carbónifero es el gigantesco tamaño en comparación con los representantes actuales de dicho grupo zoológico. Como analizamos en anteriores artículos, el sistema respiratorio de los insectos limita mucho su tamaño máximo corporal, ya que las tráqueas que como órganos respiratorios les sirven no son tan eficientes como las branquias o los pulmones presentes en otros grupos zoológicos, como los peces o los mamíferos respectivamente. Por ello, la existencia de insectos gigantes durante el Carbónifero dio lugar a innumerables polémicas en paleontología. La altísima concentración del oxígeno en la atmósfera durante este antiguo periodo compensaba la ineficiencia de las tráqueas de los insectos en la respiración.
Al igual que sus parientes modernos, Meganeura era un consumado carnívoro. Sin embargo, hacían falta algo más que mosquitos para satisfacer el apetito de este voraz insecto. Pero incluso limitando su dieta a otros artrópodos, se hubiera tratado de grandes animales. En el Carbonífero aparecieron también los reptiles, en forma de pequeños lagartos que, en muchas ocasiones, habrían acabado siendo el plato del día para la libélula gigante. Sus ojos eran grandes y multifacetados, lo que le dotaba de una vista muy aguda para la caza.
Sin embargo, no solo el tamaño la distinguía de las libélulas actuales. Las terminaciones del abdomen son diferentes a las de cualquier pariente actual.
Con el Carbonífero acabando, el nivel del oxígeno de la atmósfera mermó igualmente, lo que llevó a la extinción a innumerables especies de artrópodos gigantes, que fueron sustituidos por muchas otras especies más pequeñas, capaces de desarrollarse con menos concentración de oxígeno en la atmósfera.