Hace 4500 millones de años, cuando nuestro planeta a penas se había formado, su apariencia y condiciones ambientales eran completamente opuestas a las actuales. Era poco más que un fragmento de roca que giraba alrededor de un Sol igualmente primitivo. Parecía pues condenado a no albergar vida alguna.
Hoy en día solo tenemos que echar un vistazo alrededor, a ser posible fuera de nuestras urbes, para comprobar el literal significado de la palabra «vida». Bosques, selvas, praderas, desiertos, arrecifes, todos ellos comprenden un sin fin de especies que interaccionan entre sí. Ciertamente dista mucho de esa gigantesca roca primordial e inerte. ¿Qué ocurrió entonces? ¿A qué se debió aquel cambio radical? Debemos viajar en el tiempo para comprobarlo. Sin embargo, antes de situarnos 4500 millones de años antes de Cristo, hacemos una parada en 1974. Ese año en la revista científica Icarus, una nueva teoría vio la luz.
Recibió en nombre de «Teoría del Gran Impacto», y se propuso explicar el origen del cuerpo celeste más cercano a La Tierra: La Luna. Dicha teoría explicaba como un cuerpo celeste de un tamaño similar al de Marte, al que se denomino Theia, habría colisionado con nuestro planeta. Aquel hecho habría sin lugar a dudas, provocado cambios importantes en nuestro hoy Planeta Azul, pero es posible que los cambios vinieran ya produciéndose desde épocas anteriores, cuando Theia ya seguía a La Tierra en su órbita. Theia parecía simplemente seguir a nuestro planeta, sin razones aparentes que indicasen una posterior colisión. Durante esa persecución, sin embargo, las interacciones entre ambos cuerpos modificaron los estratos en que La Tierra estaba dividida, dando lugar al manto y núcleo de los que actualmente dispone. Theia también se vio modificada, lo que por consiguiente altero su ritmo de movimiento, haciéndola entrar en una órbita peligrosamente caótica, preludio de una inminente colisión con La Tierra Primitiva.
Dicho impacto provoco que enorme fragmentos de roca terrícola se precipitaran al espacio. La Tierra sin embargo, reclamo aquello que había formado parte de ella. Su acción gravitatoria mantuvo gran parte de ese material girando a su alrededor. Dichos fragmentos además ejercían acciones gravitatorias entre ellas, lo que en cuestión de pocos años provoco que se acercaran más y más, con la consecuente formación de un único cuerpo: La Luna. Dicha teoría se ve alimentada por el hecho de que la composición de determinado isotopos en la roca lunar es prácticamente igual a la de La Tierra.
Se formo pues un sistema planetario doble. La posterior aparición de la atmósfera y el agua liquida en nuestro planeta no harían más que acentuar la influencia del satélite sobre el planeta. Y es que no se puede hablar de la influencia de La Luna sobre la Tierra sin hablar de un fenómeno que todos conocemos, y en el que el mar es el personaje principal: Las Mareas. Cierto es que el Sol también ejerce atracción sobre el mar, pues su gravedad es mucho mayor que la de la Luna. Sin embargo, su mayor lejanía con respecto a nuestro planeta, hace que el Astro Rey pierda influencia con respecto a nuestro satélite. Existen dos tipos de mareas:
-Mareas vivas, debidas a la acción conjunta de las fuerzas gravitatorias del Sol y La Luna.
-Mareas muertas, debidas a la acción por separado de ambos cuerpos.
La Luna ejerce gravedad sobre La Tierra. Cierto es que la roca terrestre resiste bien la gravedad lunar, pero no es asi en el caso del agua. Los mares terrícolas sufren alteraciones en la superficie, provocando un aumento de la altura alcanzada por el nivel del mar en la cara de nuestro planeta situada inmediatamente enfrente de nuestro satélite. Dicha atracción provoca el proceso contrario en la cara opuesta de La Tierra. El nivel de mar baja. Por ello, aquellas zonas del planeta en las que los medios marinos y terrestres se ponen en contacto son ambientes muy dinámicos y en constante cambio. Los seres vivos que los habitan deben estar pues en constante cambio y superación. Su nicho ecológico viene determinado, aunque sea de manera indirecta, por La Luna.
Los manglares son ecosistemas anfibios asociados a estudiarios y ensenadas. Los arboles que los conforman son los mangles, que toleran concentraciones salinas muy altas en el agua. El enrejado que forman sus raíces componen además refugio para muchas especies animales, lo que coloca a estos ecosistemas como unos de los más ricos en vida en el planeta. Estos ecosistemas cambian varias veces a lo largo del día, en función del régimen de mareas existente en la zona. Estas plantas se reproducen por semillas que van contenidas en largas vainas.
Si las vainas caen del árbol en condiciones de marea baja, probablemente queden clavadas en le terreno, y lo tengan fácil para dar lugar a un nuevo mangle, el cual paso a paso contribuirá al crecimiento de ecosistema entero. Sin embargo, también puede ocurrir que la vaina caiga cuando la marea este alta, por lo que no quedara anclada al sustrato. Podría parecer el fin para una nueva planta, pero dista mucho de ser así. La vaina flotara en el agua y viajara con las corrientes marinas, en ocasiones durante miles de kilómetros, alcanzando con suerte costas en las que no habrá presencia de más mangles, por lo que carecerá de competencia y podrá formar un nuevo ecosistema de características similares.
Como veíamos en el articulo sobre el cerebro de las tortugas marinas, estos pesados reptiles deben ascender en la arena de la playa para llevar a cabo su puesta. El lugar en el que la misma no puede situarse por debajo del nivel de marea alta, pues de ser así, los huevos quedaran cubiertos por el agua y las crías morirán sin siquiera salir del huevo.
Anémona de mar atrapada en los «charcos intermareales» que quedan tras la retirada de la marea alta. Foto realizada por el autor en el Faro de Calaburras (Málaga).
Los charcos intermareales son compartimentos aislados de agua en la zona de la costa en los que el agua, al tener menor profundidad, alcanza temperaturas muy altas debido al azote del sol. Muchas especies marinas los usan para alimentarse e incluso para dar a luz, ya que al ser mas inaccesibles que el mar abierto, aumentan las posibilidades de supervivencia de las crías.
Pero la influencia de las mareas no se limita solo a las aguas oceánicas. En las zonas en las que esta se pone en contacto con las aguas continentales, esta juega ademas un papel crucial. Aquellos animales cuyo desarrollo se lleva a cabo en intervalos de tiempo en ambos medios no podrán pasar de una zona a otra si la marea esta baja.
Los salmones son peces que nacen en los ríos, lugar donde pasan los dos primeros años de su vida. Mas tarde, descienden hasta alcanzar el mar abierto. Cuando llega la época de reproducción, escalan los cursos de los ríos hasta sus zonas de puesta. En los ríos mas caudalosos del mundo siempre hay comunicación entre el medio fluvial y el marino a través de las desembocaduras. Sin embargo, en muchos otros casos, dichas desembocaduras o estuarios quedan reducidos a gigantescas planicies de limo. Por ello, los peces que deban remontar esos ríos verán su actividad limitada a los periodos de marea alta. Por desgracia, no solo ellos son conscientes de ese factor. También lo son los depredadores que se acumulan en las desembocaduras para darles caza.
Hemos visto que en el reino animal no falta ejemplos de la influencia del ciclo lunar en las especies. Pero, ¿qué hay del ser humano? Después de muchos años de estudio y especulación, se ha demostrado que La Luna tiene un efecto sobre los ritmos del sueño del ser humano. La realización de enecefalogramas permite dividir el sueño en dos fases, REM y NRME. La segunda esta caracterizada entre otras cosas, por la presencia de ondas delta. En fases de luna llena, se ha observado que dichas ondas pueden reducirse hasta un 30% , lo que se asocia con una mayor dificultad para la conciliación del sueño profundo. Los participantes en este estudio llevado a cabo por científicos suizos tardaban de media cinco minutos más en quedarse dormidos en fases de luna llena, y en total dormían menos tiempo. Los niveles de melatonina también eran menores en noches de luna llena. Esta hormona regula los ritmos sueño-vigilia.