¿Es un animal inteligente aquel que tiene tendencia a ser dócil? ¿O podría ser el más peligroso de todos? Es cierto que existe una gran cantidad de animales con muy mala fama (bien sea por méritos propios o dotada por el cine) repartidos por todos los rincones del globo. Sin embargo, ¿aceptaríamos considerar como peligrosa a una criatura a la que el cine ha idolatrado y se ha convertido en muchas ocasiones en salvadora de hombres?
Estamos hablando de los delfines, considerados por los científicos como las criaturas más inteligentes del planeta después de los seres humanos. Claro está que si omitimos el carácter antropocéntrico de nuestras investigaciones, podríamos considerarlos los más inteligentes del mundo. Desarrollan complejos lenguajes de sonido, que varían de unos grupos a otros. Podemos decir que, al igual que sucede con los humanos, los delfines reconocen a los forasteros por su acento. Muestran además, complejos comportamientos sociales, y es ahí donde se descubre todo su potencial.
De entre las más de treinta especies de delfines, el clásico prototipo es el delfín mular (Tursiops truncatus) que alcanza los 3,5 metros de longitud y los 275 kilogramos de peso, siendo las hembras ligeramente más pequeñas que los machos. Es la especie más común en los delfinarios y también en el cine, con ejemplos como Flipper.
Son capaces de matar por razones muy diferentes al hambre. Los que piensen que eso es únicamente un factor humano, deben dejar de mirarse el ombligo.
Les propongo una primera parada en un viaje. El Reino Unido. Algo tiene intrigados a los científicos en este país. Grandes cardúmenes de marsopas (unos cetáceos pequeños parecidos a los delfines) quedan varadas todos los meses, con claros síntomas de violencia, tales como mordiscos y golpes. Los delfines mulares que atacan a estas marsopas no las consumen después. Otra posibilidad sería que estos animales solo quieren acabar con la competencia (algo habitual en el reino animal y que cuenta con sinfines de ejemplos a lo largo del mundo). Pero queda descartado cuando se comprueba que delfines y marsopas se alimentan de peces diferentes.
Los mulares atacan también a otras especies de delfines, e incluso a ejemplares jóvenes y crías de su misma especie. Es similar a las acciones llevadas a cabo por especies como el león macho, que al expulsar al macho líder de una manada, elimina a todas las crías para favorecer que las hembras entren de nuevo en celo y poder transmitir sus propios genes. Hay científicos que piensan que matar marsopas es solo una forma de entrenarse para luego matar a sus propias crías, ya que son similares en tamaño.
No son pocos los ataques de delfines a seres humanos, tanto en la naturaleza como en cautividad, que van desde mordiscos hasta intentos de ahogamiento.
Los delfines mulares viven en grupos de entre 8 y 30 ejemplares, guiados por un macho viejo. En época de apareamiento se muestran muy agresivos, y es normal ver como varios machos “secuestran” una hembra, la apartan del grupo y se aparean violentamente con ella. Sí, señores, las cicatrices que presentan los delfines en la piel no son por los parásitos ni por frotarse contra las rocas. Presentan además una promiscuidad fuera de lo normal.
Hemos visto como pueden ser peligrosos para los jóvenes de su propia especie, pero la situación no es diferente con los ejemplares más viejos. Es normal ver en las zonas costeras delfines solitarios, que además se muestran muy amistosos con los bañistas locales. No suelen ser más que ejemplares de avanzada edad, especialmente machos, que han sido expulsados de los grupos, siendo condenados a una agónica muerte.
Los delfines no son mascotas, son animales salvajes. Y como tal deben comportarse. Es cierto que han salvado a náufragos de una muerte segura, pero también podrían haber optado por el camino fácil, y seguir nadando, dejando al sujeto en cuestión a su suerte.
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