Entelodóntidos, los cerdos del infierno

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Los entelodóntidos a pesar de estar emparentados con los gorrinos actuales, poseían caracteres morfoanatómicos que los equiparaban con auténticos monstruos.

Representación de una pelea de Endo
Representación de una pelea de entelodóntidos.

Algunos de los animales que a día de hoy son domésticos o suelen encontrarse solo en ambientes humanos como granjas, no fueron siempre así. Es más, en innumerables ocasiones su tamaño y aspecto general ha variado notablemente.

Los ungulados son mamíferos que poseen cascos o pezuñas en los extremos de las patas. Los hay de dos tipos:

  • Perisodáctilos, con un número impar de dedos, como los caballos.
  • Artiodáctilos, con un número par de dedos, como los cerdos.

Y especialmente en estos últimos nos centramos en este artículo de Informe Insólito. Todos hemos observados estos «amables» mamíferos con sobrepeso revolcándose en el sustrato y alimentándose sin cesar para acumular más y más grasa que luego pasará a satisfacer nuestros estómagos antropocentristas. Son además animales omnívoros, lo que les permite explotar gran número de nichos ecológicos.

En Asia y América del Norte, hace entre 45 y 25 millones de años, entre los períodos del Oligoceno y el Mioceno existía una familia de ungulados artiodáctilos similares a los actuales cerdos conocidos como los entelodóntidos. Sin embargo, a pesar de estar emparentados con los gorrinos actuales, poseían caracteres morfoanatómicos que no hubieran desentonado en los cuerpos de grandes carnívoros o incluso en los monstruos fruto de la imaginación de los más afamados escritores clásicos.

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Cráneo de un entelodóntido. A simple vista, es similar al de muchas otras especies, antes que al de un cerdo. Sobresalen, literal y figuradamente, cuatro enormes caninos en la parte frontal de éste largo hocico. Los incisivos también son prominentes. Hasta ahí puede deducirse que se trata de un animal de hábitos carnívoros. Sin embargo, cuando se profundiza en la anatomía del cráneo, también encontramos molares rudimentarios más similares a los de animales herbívoros. Se trata pues de una mandíbula híbrida (modelo que también existe en animales actuales como los osos). La combinación de estos rasgos a primera vista incompatibles sugiere una alimentación omnívora como la de los cerdos actuales.

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El resto del animal no es menos curioso ni impresionante. Sus pezuñas poseen dos dedos, sobre los que recae el peso del cuerpo. El resto de los dedos son vestigiales. La robustez del tórax se debe a una cresta vertebral y a la enorme musculatura que sostiene sus mandíbulas, dotándolas de gran fuerza. Dicha musculatura se anclaba a las protuberancias verrugosas situadas a los laterales del hocico. Estas prominencias eran similares a las verrugas del actual facócero, y eran más llamativas en los machos, lo que sugiere que podrían haber jugado un papel importante en la competencia por las hembras. La longitud de las patas sugiere que se trataba de grandes corredores, y de largas distancias.

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Su tamaño también era considerable en muchos casos. En la fotografía aparece representado un ejemplar del Género Daeodon, que alcanzaba una altura de 3 metros hasta los hombros. Un animal sin duda formidable, que sien embargo, poséia un cerebro del tamaño de una naranja.

Cierto es que la mayor parte de su alimentación constaba de vegetales y carroña. Sin embargo, las marcas de dientes encontradas en huesos de animales herbívoros de aquella época indica que estos cerdos infernales podía también cazar sus propias presas. Otro método era también robar presas cazadas por otros carnívoros. Fue esa capacidad para la caza y tendencia a centrar su alimentación en la carne lo que hizo que la evolución diese lugar a especies cada vez más grandes dentro de este grupo.

La taxonomía tradicional ha situado a los entelodóntidos en líneas como los Suinos, equiparándolos a los actuales cerdos y jabalíes. Sin embargo, estudios recientes llaman la atención y piden situar a estos animales ya extintos en grupos más cercanos a los mamíferos marinos actuales, como los delfines o las ballenas.

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Juan José Alférez Cara
Biólogo. Le fascina la naturaleza y esa fuerza moduladora que durante millones de años ha dado lugar a todas las formas de vida que hoy habitan La Tierra, llamada Evolución, y que también ha servido de lienzo para las leyendas de todos esos escritores desde la Antigua Grecia hasta el Siglo XXI. Contacto:juanjoalferez1@gmail.com

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