Pasamos gran parte de nuestra vida preguntándonos si entre los humanos existen buenos y malos. Es uno de los debates que más pronto afloran en nuestra vida. Constituye los dientes de leche de los debates políticos en la sociedad actual. Sin embargo, la respuesta no parece estar más clara cuando se crece.
¿Tiene fundamento genético el mal del hombre? ¿Esa capacidad de hacer el mal a otros solo por diversión puede estar en nuestro código genético? ¿Quién puede responder a ello?
Y es que nuestros parientes más cercanos pueden quizás darnos más pistas para encarrilar nuestro pensamiento,aunque nunca tendremos la respuesta. Los chimpancés son los animales con los que compartimos más porcentaje del código genético, un 98,8% del mismo en concreto. Son animales fascinantes en todos los sentidos. Forman complejas agrupaciones, y poseen normas. Sin embargo, también vemos en ellos comportamientos que podrían hacernos esbozar una sonrisa ya que nos sentiríamos en seguida identificados con los mismos.
Los ejemplares jóvenes y de menor estatus acicalan y respetan a los de mayor rango para mostrarles sumisión. Los machos se hacen saber entre sí quién ostenta el poder mediante combates que pueden saldarse con heridas importantes o incluso con la muerte del perdedor. Los grupos poseen entre 20 y 150 ejemplares. Constan de machos, hembras y ejemplares jóvenes. Se observa además la continua unión y separación de los grupos, por lo que la jerarquía que existe entre los machos es muy variable. Además, debido a que los territorios son muy grandes, distintos grupos de chimpancés pueden mezclarse en momentos determinados. Por ello, tampoco es inusual que ejemplares solos abandonen temporalmente los grupos grandes para buscar alimento, o grupos reducidos de los mismos.
Y es exactamente en la búsqueda de alimento cuando se cierne la primera sombra del comportamiento insólito del chimpancé. Son animales omnívoros, aunque la parte mayoritaria del alimento es de origen vegetal (hojas, brotes, frutos, etc.). Sin embargo, estos grupos de machos aislados podrían ser considerados como unos verdaderos gangsters ya que suelen organizar verdaderas vedas de caza. Localizan grupos de otros simios más pequeños, como los colobos. Suben a los árboles, acosando a esos monos y dándoles caza. Lo curioso, es que a pesar del omnivorismo de estos nuestros parientes más cercanos, podrían sobrevivir únicamente alimentándose de productos vegetales. Sin embargo, parecen disfrutar añadiendo carne fresca a su dieta de vez en cuando.
Igual hasta ahora los lectores no asociaban esa maldad a los chimpancés, los cuales suelen invadir las pantallas como criaturas nobles y graciosas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que un macho puede medir 1,7 metros de altura y pesar 70 kilogramos. Ciertamente no suelen ser más grandes que un humano, pero si son 7 veces más fuertes.
Pero no es la caza el único momento donde se observa el insólito comportamiento de los chimpancés. Mientras consumen el alimento también ocurren hechos dignos de mención. Son los machos los que cazan. Además, los ejemplares son bastante celosos y no comparten su trofeo. Las hembras por ello podrían tener problemas para acceder a la carne. Sin embargo, haciendo uso de su intelecto, cambian pedazos de carne a los machos por relaciones sexuales. ¿Estaríamos por ello hablando de prostitución?
Además, nuestro pariente más cercano podría no sentir por nosotros precisamente amor familiar. No son pocos los casos de ataques de chimpancés a humanos, tanto en libertad como en cautividad. En algunas aldeas de África, donde sus habitantes están prácticamente dentro de las selvas habitadas por los chimpancés, múltiples niños pequeños han sido atacados por chimpancés, hasta el punto de sufrir brutales mutilaciones de las extremidades.
Se comente además el error en muchos países del mundo de mantener a ejemplares de esta especie como mascotas (y de muchas otras especies de simios superiores). Pueden parecer adorables cuando son crías. Sin embargo, al contrario que los bebés humanos, desarrollan grandes caninos que en caso de mordedura puede provocar lesiones importantes. Paradójicamente, encontramos que el chimpancé peligra en el que es su continente natural: África, quedando a día de hoy menos de 200.000 ejemplares.