Si diseñásemos los animales a placer, seguramente nos decantaríamos por fabricarlos como máquinas de matar, con armas poderosas que los hicieran capaces de enfrentarse a cualquier rival y salir ilesos de un combate, al mismo tiempo que pudiesen dar caza a las más insólitas presas.
Al darnos un paseo por el supermercado anatómico, escogiendo las partes que formarían nuestra bestias de invención propia, no podríamos evitar visitar la sección de mandíbulas. Los colmillos son parte indispensable de la anatomía de los animales que históricamente han dado verdadero pavor al hombre. Quizás por el hecho de que nosotros no los poseemos (rasgo derivado del procesamiento de los alimentos que los vuelve más blandos y fáciles de consumir).
El número y morfología de los dientes indica su función. Los mamíferos fueron los primeros animales en la historia evolutiva en desarrollar heterodoncia (diferenciación de los dientes en forma y número, lo que permite a sus maxilares realizar distintas funciones). Hasta ese momento, los animales que ya existían poseían homodoncia (en la que todos los dientes de la mandíbula tienen el mismo aspecto). La homodoncia limita la capacidad de alimentarse, ya que obliga a los animales a arrancar trozos de alimento y tragar, ya que sus mandíbulas no eran demasiado eficientes en la masticación.
Si hay algo en lo que todos podríamos estar de acuerdo es que los animales que poseen las mandíbulas y dientes más impresionantes y potentes tienen una dieta carnívora. ¿Es así siempre? Pues no.
Hoy en Informe Insólito viajamos a China y a Myanmar. En los bosques húmedos entre los 500 y los 4.500 metros de altura sobre el nivel del mar habita un insólito herbívoro que, a pesar de su dieta vegetariana, no estaría fuera de lugar en alguno de nuestros sueños, o pesadillas.
Su dentición puede estar un poco fuera de lugar. Los caninos se asocian normalmente como la matanza o despiece de presas, ya que son dientes que no se emplean de manera directa en la alimentación. Los carnívoros como félidos o cánidos los emplean en la caza, bien sea presionando la tráquea para matar por asfixia, rompiendo el cuello o provocando heridas que lleven a la muerte por desangrado.
Estos ciervos no llevan a cabo esas carnicerías. Son animales herbívoros. La presencia de los colmillos nos da una idea de lo antiguos que son como especie. Los colmillos del eláfodo solo están presentes en los machos. Tienen una longitud de hasta 2,6 centímetros, por lo que pueden parecer mondadientes en comparación con los grandes félidos dientes de sable que habitaron La Tierra hace miles de años. Sin embargo, tampoco el ciervo es excesivamente grande. Mide entre 50 y 70 centímetros de altura a la cruz (bastante menos que un ciervo común de los bosques de Europa) y pesa entre 17 y 50 kilogramos.
El pelaje del ciervo dientes de sable es grueso, con pelo corto y rígido, negro en invierno y marrón en verano. Presentan un mechón en la frente, de donde les viene el nombre de ciervos de «copete», que puede alcanzar los 17 centímetros de longitud.
Al igual que sucede con los colmillos, las astas solo están presentes en los machos, y son extremadamente cortas. En muchas ocasiones, quedan ocultas bajo el pelo.
A diferencia de los ciervos y gamos que acostumbramos a observar en las campiñas y los contornos forestales de Iberia, no es un animal gregario. El eláfodo se suele observar en solitario o en parejas.
No está en peligro de extinción (afortunadamente, pues no muchas especies pueden presumir de ello). Su número se estima en cerca de medio millón. Sin embargo, la tala de los bosques está haciendo mermar su población en algunas zonas. En determinadas regiones de China es una especie protegida. No goza de especial simpatía entre los agricultores ya que destroza las cosechas.