Montañas nevadas, glaciares, árboles parcialmente cubiertos por nieve. Puede parecer una imagen idílica, digna de una postal navideña. Pero el frió puede consumir cualquier avisto de vida como si de una vela se tratase. En algunos lugares de La Tierra se registran temperaturas muy por debajo del punto de congelación. Las formas de vida que en esos lugares habiten deben por ello ser capaces de resistir estas gélidas temperaturas.
Algunos animales, especialmente cuando se trata de mamíferos, realizan periodos de hibernación, que básicamente consisten en hacer descender su metabolismo, quedando dormidos durante periodos que pueden abarcar meses enteros. Durante dichos periodos, el mundo que les rodea estará en muchas ocasiones cubierto de nieve y el alimento sera escaso. Para ello, durante sus meses de actividad, habrán consumido grandes cantidades de alimentos y acumulado depósitos de grasa que les ayudaran a sobrevivir. Sin embargo, no todos los mamíferos que se ocultan durante el invierno realizan propiamente hibernaciones. Algunos ni siquiera consumen más alimento durante sus periodos de actividad, sino que acumulan reservar en los agujeros o huecos de los árboles que durante el invierno les servirán de cobijo.
Esconderse en una madriguera asilada de las gélidas temperaturas puede sin embargo, parecer una respuesta un tanto cobarde al frió. Las plantas, al contrario que los animales, no pueden moverse. Deben por ello, resistir el frió sin refugio alguno. Por extraño que parezca, el propio hielo puede echarles una mano. La acumulación de nieve sobre la planta actúa como aislante, haciendo que la temperatura de la misma sea más alta que la del medio que la rodea.
Volviendo a los animales, también hay algunos que planta cara al frió. Aquellos mamíferos que están activos durante el invierno, ven en muchas ocasiones, incrementado en grosor de sus pelajes, lo que les ayuda a mantener su temperatura corporal. Los mamíferos y las aves parecen tenerlos más o menos fácil. Poseen pelajes y plumajes, los cuales los aíslan del frió, y en el caso de ser incapaces de resistirlo, pueden migrar a otros lugares con temperaturas más agradables. No todos los animales pueden, sin embargo, realizar estas largas y agotadoras migraciones.
Peces, anfibios y reptiles pueden tenerlo más difícil para sobrevivir al invierno. No son capaces de mantener constante su temperatura corporal. ¿Cómo pueden por ello resistir las gélidas temperaturas?
En las aguas polares, el líquido elemento se sitúa a escasos grados por encima del punto de congelación. Ello puede suponer un problema para los peces que en ellas habiten. Muchos reciben de ello, el calificativo de «peces de hielo».
Draco, o pez de hielo (Chionodraco hamatus), de hasta 75 centímetros de longitud. Habita el Océano Antártico. Su sangre no contiene glóbulos rojos, los cuales harían demasiado alta la densidad de la misma, dificultando la circulación a bajas temperaturas. No los necesita, sin embargo, pues la concentración de oxigeno en aguas frías es siempre más alta que en aguas cálidas. Además, la sangre fluye a escasa distancia de la piel, lo que facilita la difusión del oxigeno entre el medio acuático circundante y la sangre.
De vuelta al medio terrestre, viajamos al polo opuesto de la tierra. En las zonas de Norteamérica vecinas al Circulo Polar Ártico existe una rana que puede sobrevivir a temperaturas de 20 grados bajo cero. No solo resiste el frió y el hielo, sino que es este último quien la ayuda a sobrevivir. Dejarse congelar no es una opción fácil. Los cristales de hielo pueden provocar lesiones en los tejidos, muchas de las cuales podrían no ser reversibles y desencadenar gangrena. No ocurre eso para la rana de la madera.
La rana de la madera, conocida también como rana de bosque norteamericana puede resistir congelada hasta seis meses. Puede parecer que este animal esta simplemente dormido con un manto de hielo sobre su cuerpo. Pero bajo el mismo, su corazón no late, y ni siquiera respira. A pesar de ello, en la primera, recuperan su actividad normal al descongelarse como si nada hubiera ocurrido.
Estos anfibios acumulan azúcar en las células, lo que las estabiliza y reduce hasta prácticamente cero los danos del hielo en los tejidos. Este proceso recibe el nombre de crioprotección. El azúcar evita ademas la deshidratación por frió de la célula, ya que mantiene el agua dentro de la misma.
Si seguimos aumentando en la escala evolutiva llegamos a los reptiles. En concreto, algunas tortugas de agua dulce habitan en lugares cuyas temperaturas invernales no son precisamente idílicas. Muchas caen en letargo, quedándose dormidas en el fondo de los ríos y lagos donde viven, con todos sus miembros encogidos dentro de su caparazón. Su corazón solo late una vez cada diez minutos y deben resistir con el oxigeno absorbido en la ultima bocanada de aire que toman antes de ocultarse bajo el agua.
Algunas tortugas, como las pintadas norteamericanas, muy comunes como mascotas, se dejan congelar en los lugares donde habitan. No respiran, y sus corazones no laten. El 65% sucumben a la primera hibernación, especialmente los ejemplares mas jóvenes y de menos tamaño. Sin embargo, aquellos supervivientes ven incrementadas notablemente sus posibilidades de sobrevivir en los anos posteriores.