Un año más el mundo da la bienvenida a San Valentín, el día de los enamorados. Las relaciones personales se convierten en un motivo más para regalar flores, bombones y otros regalos a las personas con las que compartimos nuestras vidas. Pero, ¿qué entendemos verdaderamente como amor? ¿A qué se debe? ¿Qué sucede en nuestro cerebro cuando experimentamos aquella sensación que conocemos como amor? ¿Qué la provoca?
Lo más curioso es que cuando observamos una fotografía, cuando percibimos el olor de un perfume o cuando escuchamos música estamos siendo conscientes de que realizamos acciones diferentes: ver, oler y oír. Pero el lenguaje en que esa información está encriptada siempre es el mismo. Nuestro cerebro está conectado al mundo que nos rodea por los denominados «órganos de los sentidos». Dichos órganos son la puerta de entrada de una marabunta de estímulos que acabaran en zonas determinadas del cerebro.
Algunas neuronas alcanzan tómanos gigantes para tratarse de simples células. La zona engrosada se corresponde con el soma, o cuerpo celular, del que parten una serie de prolongaciones:
- Dendritas, normalmente no demasiado largas y altamente ramificadas.
- Axon, aún más largo y grueso, pudiendo o no estar ramificado.
Las prolongaciones de unas neuronas están en contacto (aunque no directo) con las prolongaciones de otras de estas células, formando una densa red. El contacto no es directo, ya que existe un hueco entre neuronas, que se denomina espacio sináptico. El proceso conocido como sinapsis es el paso de información de una neurona a otra. Puede ser de dos tipos:
- Electrica, en el caso de haber unión física entre las neuronas.
- Química, si como hemos observado antes, las prolongaciones de las neuronas conectadas no están del todo unidas, habiendo pues espacio sináptico.
La información que pasa entre neuronas no son más que descargas eléctricas, producidas por diferencias entre las corrientes de iones que salen de la célula y las que entran. La neuronas sensitivas son aquellas que estarán en primera línea recibiendo información del medio ambiente. Serán por ello los componentes básicos de los órganos sensoriales. La información del exterior, sea de la naturaleza que sea, hará que la neurona presente en primera línea comience a intercambiar iones con la siguiente, y así sucesivamente con neuronas posteriores. Eso si, el estimulo debe tener una potencia mínima determinada para desencadenar el intercambio de corrientes iónicas entre las neuronas, lo que se denomina «umbral de descarga». Por ello, no importa si la información es visual, táctil u olorosa, las neuronas solo entienden un idioma: las corrientes iónicas y otras moléculas que pasan de unas neuronas a otras.
Diferencias entre sinapsis eléctrica (izquierda) y química (derecha). Como veíamos anteriormente, en la primera hay conexión física entre las neuronas, lo cual no implica que el movimiento de iones y moléculas sea libre entre ambas células. En las membranas celulares de las neuronas existen unos transportadores que mantienen las concentraciones iónicas en determinadas cantidades. Por ello, la potencia del estimulo debe ser determinada para romper la tendencia normal de los transportadores iónicos a mantener dichos niveles iónicos. En general, la sinapsis eléctrica es mas escasa que la química.
Si la información sigue avanzando, llegara finalmente al cerebro. Cada región esta especializada en el procesamiento de la información procedente de cada una de las facultades sensoriales. Es el cerebro el que en ese momento, construye una explicación para esa información recibida. Por ello, cuando se percibe el olor de una flor, en realidad no estamos percibiendo el olor de dicha planta. Las moléculas olorosas dispersadas por el aire llegan a nuestra pituitaria, estimulando las neuronas del epitelio olfatorio, con una intensidad suficiente para romper el umbral de descarga y hacer a las corrientes iónicas pasar de neurona a neurona, hasta llegar al cerebro, en concreto a la zona que procesa la información procedente del sentido del olfato. Podemos pensar que todo ocurre demasiado rápido como para tratarse de un proceso tan complejo. Lo cierto es que los impulsos eléctricos que atraviesan las neuronas pueden viajar a 360 km/h (la velocidad del vuelo en picado del halcón peregrino, la criatura mas veloz sobre la faz de La Tierra).
Pueden parecer que nos estamos desviando del tema, pero no es así. No solo son los estímulos ambientales los que hacen a las neuronas conducir información. Muchas veces, los responsables de las descargas neuronales están dentro del propio cuerpo. Muchas reacciones corporales, así como los ciclos vitales y de funcionamiento de muchos órganos están controlados por el cerebro mediante la liberación de determinadas sustancias.
En la década de 1980 unos médicos del Instituto Psiquiátrico de Nueva York postularon que el sentimiento conocido como «amor» podía estar explicado por esta compuesto (fuente de muchas hormonas), como resultado de acciones tales como un intercambio de miradas, un roce o un apretón de manos). Por ello, vemos como un estímulo del medio no solo puede crear una sensación en el cerebro, sino que puede estimular la producción de una sustancia por parte del mismo que a su vez de lugar a una sensación.
Dichos médicos sugerían que el cerebro de una persona enamorada contiene cantidades altas de feniletilamina, siendo la cual responsable de las modificaciones fisiológicas que el cuerpo sufre.
La feniletilamina puede no solo ser producida en el cerebro, sino encontrarse en determinados alimentos como el chocolate o algunos tipos de quesos.