En el siglo XIX fueron muchos los que querían encontrar el Paso del Noroeste y entre ellos John Franklin que lideró una de las expediciones más costosas e impresionantes para la época. Para tal hazaña se emplearon dos buques británicos, el HMS Erebus y el HMS Terror. Pero el final de la aventura no terminó como esperaban, los barcos desaparecieron y tuvieron un terrible desenlace donde las enfermedades, el envenenamiento, las duras condiciones meteorológicas y el canibalismo se adueñó del destino de las tripulaciones.
El Paso del Noroeste era el nombre de la ruta marítima que bordeaba Norteamérica por el norte, atravesando el océano Ártico y conectando el estrecho de Davis y el de Bering, en definitiva una ruta entre el océano Atlántico y el Pacífico. Todos los navegantes desde el siglo XVI buscaban este paso hacia Oriente ya que querían evitar hacerlo por el Cabo de Hornos (Sudamérica) o por el Cabo de Buena Esperanza en Sudáfrica , por su dureza y larga duración de la travesía.
John Franklin fue el comandante elegido por el Almirantazgo Inglés para esta expedición, ya que era un veterano y había participado en numerosas expediciones y batallas como la de Trafalgar. Fue una expedición con un alto presupuesto. Se contrataron muchos hombres valientes y experimentados así como una gran cantidad de víveres que incluía como novedad la utilización de latas de conservas. Los víveres que al final de la expedición escasearon, estaban compuestos por 24 toneladas de carne, 35 de harina, 2 toneladas de tabaco, 20.000 litros de sopa, 8.000 litros de licor y 1.200 libros para mantener ocupadas a las mentes de la tripulación.
Los barcos eran muy avanzados tecnológicamente para su época. Fueron equipados con potentes máquinas a vapor aún teniendo velamen en sus tres palos. Doble revestimiento del casco, se añadió una segunda capa de tablones y cuadernas para hacerlo más resistente para poder soportar mejor la presión del hielo. El interior se reforzó con vigas de 25 cm de espesor. La cubierta exterior también fue reforzada con planchas de hierro y todo para poder absorber y distribuir la posible fuerza del hielo. La proa también fue modificada y fortalecida con una plancha de acero para poder abrirse camino en el hielo. Estos barcos no eran nuevos tenían casi una treintena de años. Habían participado en guerras, misiones y navegaciones por el mediterráneo y el Ártico. John Franklin iba a borde del Erebus de unos 32 metros de eslora.
Un 19 de mayo de 1845 partieron de Inglaterra desde Greenhithe, acompañado de 130 hombres y con la ayuda de un mapa el cual se comprobó con los siglos que poseía graves errores en datos de posición, concretamente en la longitud, no estaba correctamente alineado con la costa continental así como graves errores añadidos por la deriva de las mareas.
La travesía duró años por un laberinto de rocas e hielo, hasta que se quedaron bloqueados por cerca de la isla King Williams. Esperaron a la llegada de mejor tiempo , al verano pero el hielo no se derritió y los barcos no se pudieron liberar. Entonces algunos tripulantes optaron por desembarcar e irse en busca de comida, otros se quedaron a pasar otro invierno más a bordo.
Franklin murió y sus hombres no tardarían en abandonar el barco. Fue En abril de 1848 cuando ambos barcos fueron abandonados por sus hombres debido a la falta de alimentos y a las bajas temperaturas, pero ningún hombre sobrevivió.
Se organizaron numerosas expediciones desde Inglaterra al no tener noticias de la expedición. Se hicieron un total de 37 expediciones. Alguna sufragada por la esposa del Capitán John Franklin. Se logró contactar con los Inuit, los cuales llevan miles de años habitando por estas tierras. Estos pobladores afirmaban haber visto a la expedición de Franklin al noroeste de la Bahía Pelly, en el Golfo de Boothia. Según los Inuit unos 40 hombres caminaban arrastrando botes y trineos en un estado lamentable. La tripulación se encontraba en un estado crítico, sin fuerza ni alimentos y la congelación hizo que muchos se quedaran en el camino. Los barcos continuaron atrapados por el hielo y algunos cadáveres se encontraban esparcidos en los alrededores.
Sorprendentemente muchos de estos cuerpos presentaban mutilaciones, sus cráneos habían sido destrozados y sus cerebros sorbidos. Habían sido vaciados de vísceras y órganos, no había corazones, ni riñones, ni pulmones. Los huesos presentaban cortes y la carne había sido arrancada. Todo aquello apuntaba a que se había practicado el canibalismo. El hambre y el mal estado mental habría provocado que se hubieran comido los unos a los otros, de una manera violenta. Como si la locura se hubiera apoderado de ellos.
Otros cuerpos aparecieron enterrados en lugares como en la isla de Beechey, quedando momificados y conservándose casi perfectos. Muchos de estos cuerpos denotaban haber sufrido terribles enfermedades, como la neumonía, la tuberculosis, disentería, botulismo, desnutrición, escorbuto. Con el tiempo se supo que muchos de ellos también murieron de envenenamiento. Aquellas latas de conservas llevadas en esta expedición poseían soldaduras de plomo, lo que posiblemente provocaría sus muertes así como ser el culpable de provocar comportamientos violentos como el canibalismo. Incluso las tuberías de agua de los buques que también estaban compuestas de plomo.
Uno de los dos barcos, se cree que correspondía al Erebus, fue encontrado recientemente utilizando avanzados sonares de gran precisión. En concreto el 2 de septiembre de 2014 por el equipo de la agencia gubernamental Parks Canadá a mas de 30 metros de profundidad. Este hallazgo ha sido considerado como uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de naufragios de la historia.
Ahora queda buscar a Sir John Franklin, de quien se sabe que murió en junio de 1847 por unas cartas encontradas. Seguramente como buen capitán se habrá quedado abordo contra viento y marea a esperar que alguien, algún día lo encuentre.