Morro Castle, el infierno flotante

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Os relataremos la increíble historia de un coloso, de un buque de pasaje que hacía la ruta Nueva York La Habana durante los años 30, y de cómo realizó su última travesía un 8 de septiembre de 1934.  Viaje que se complicó por culpa de un incendio cuyo origen sigue siendo un misterio hoy en día, aunque todo apuntaba a que fue intencionado, Morro Castle, el infierno flotante.

Nuestro crucero tenía más de 150 metros de eslora y era capaz de navegar a una velocidad de 20 nudos, gracias sus dos turbinas de vapor. Pertenecía a la compañía Ward Line y su nombre correspondía a la famosa fortaleza de la Habana «Castillo del Morro».

Fallecimiento del Capitán

Todo parecía ir a las mil maravillas ese día pese a que un temporal con vientos huracanados y mar enfurecido acompañara al crucero. Todos bailaban y bebían sin límites mientras la música sonaba y amenizaba la velada. El  capitán Willmott decidió ausentarse de la cena ya que no se encontraba bien y se retiró a su camarote.

Pronto la música dejó de sonar provocado por la triste noticia que comunicó el director de la orquesta, el capitán había fallecido. Según el médico de a bordo sufrió un ataque al corazón provocado por una indigestión, tan solo tenía 52 años. A partir de entonces la velada empezó a torcerse, aquel incidente sería el comienzo de una noche catastrófica e infernal.

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Fotografía del capitán Wilmott.

Pese a la mala noticia, muchos pasajeros de los casi quinientos que viajaban, decidieron continuar la fiesta hasta altas horas de la madrugada, bebían y bailaban aprovechando el ultimo de trayecto en dirección Nueva York.

El humo

A las 02:30 horas un pasajero comentó que olía a humo pero no fue atendido ya que próximo se encontraba una sala repleta de fumadores, y las colillas en el suelo mal apagadas eran algo muy común. Sin embargo el humo procedía de otro sitio, desde un armario en una sala de escritura del barco. El primer oficial Warm, nuevo capitán relevo, fue informado en el puente de este humo pero ningún detector ni alarma había sonado por lo que no le prestó la suficiente atención.

El fuego

Pronto aquel humo procedente del armario se convirtió en fuego y varios tripulantes acudieron con algunos cubos de agua. Había empezado a avivarse provocado por el rudimentario sistema de ventilación de aire del barco que simplemente consistía en canalizar las entradas del viento por las estancias. Al cuarto de hora comenzaron a sonar las alarmas de los detectores en el puente de gobierno, una tras otra.

El jefe radiotelegrafista del barco y su ayudante olieron el humo y fueron al puente en busca de instrucciones ya que para emitir una señal de socorro SOS debía estar autorizado. En el puente nadie les hizo caso ya que empezó a reinar el caos alimentado con un fuerte viento y oleaje. Volvieron al local radio del buque donde el jefe radio permanecía sentado como si aquello no le afectara mucho. Se trataba de George Rogers, persona poco sociable y de complexión gruesa. Su ayudante radio, Alagna, no era tampoco muy bien acogido en este barco ya que siempre se quejaba de la comida y de sus condiciones laborales.

Abandono del buque

A las tres de la mañana el incendio se había extendido por varias cubiertas y la situación se complicó con el estruendo de una fuerte explosión. Entonces el capitán hizo sonar la alarma general e instruyó a sus oficiales para preparar el plan de abandono del buque. El alcohol y el cansancio provocó que muchos de los pasajeros permanecieran dormidos y no sintieran ni oyeran nada por lo que varios tripulantes empezaron a hacer ruidos con ollas e instrumentos para que todo el mundo fuera consciente de la situación y colaboraran en un desalojo ordenado.

Gracias al hundimiento del Titanic, veinte años atrás, permitió que las medidas de seguridad de los buques mejoraran. Había chalecos, balsas y botes salvavidas para todos, sin embargo la falta de entrenamiento de la tripulación y la carencia de conocimientos del pasaje complicó la evacuación. Las líneas de agua para sofocar el incendio no funcionaron bien ya que al abrir una gran mayoría de ellas, la presión bajó hasta que quedaron inoperativas, pronto el infierno se apoderaría del buque. Las llamas se avivaron por la tempestad ya que el rumbo mantenido por el novato capitán apuntaba en contra del fuerte viento. Las gruesas capas de barniz del mobiliario y la pintura de los mamparos cebaban al fuego que empezaba a repartirse por el barco.

Varios botes vacíos cayeron al agua, ya que debido al calor, los agarres no resistieron y se rompieron. Algunos pasajeros saltaron al agua debido a las altas temperaturas que desprendían las cubiertas, algunos se quedaron atrapados en los ojos de buey al intentar saltar. Se quedó un gran grupo de pasajeros aislados en la popa, muchos de ellos perecieron en el agua ya que saltaron sin chaleco por desconocer su ubicación y algunos por no saber como ajustarlo, otros cayeron encima de las hélices provocándoles una muerte violenta e instantánea.

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Barcaza abarloado sofocando las brasas del Morro Castle.

Todos los pasillos estaban llenos de humo y fuego, la superestructura del barco se había reblandecido por el calor de las llamas. Los gritos y la locura se adueñaron de la nave. El capitán se acercó como pudo al camarote del fallecido capitán Wilmott pero era imposible entrar, la cerradura de la puerta se había dilatado y el camarote estaba en llamas, el fallecido Wilmott se había carbonizado por completo.

Pronto el barco empezaría a sufrir importantes averías, el timón dejó de funcionar, las líneas hidráulicas se rompieron. Las maquinas no respondían y por tanto, se cortó el suministro eléctrico, el barco se encontraba a la deriva a merced de la tormenta. Entonces fue cuando el capitán pidió al radiotelegrafista del barco que enviara un SOS. El asistente de radio transmitió el mensaje desde la radio aunque no pudieron transmitirlo muchas veces. El fuego se apoderó de las antenas y las baterías de la radio, provocando emisiones de gases y ácido, anulándose por completo el equipo de comunicaciones. El capitán decidió soltar el ancla de estribor para frenar al buque y no continuar a la deriva. El jefe radio y su ayudante se acercaron a la proa del barco con una lámpara para realizar señales luminosas de SOS ya que en la proa veían enfilado la luz de un barco.

Rescate

A las 05:05 horas varios barcos y embarcaciones llegaron al rescate. Bajaron sus botes y empezaron a recoger al pasaje que se había lanzado desesperado al vacío desde unos 5 pisos de altura aproximadamente. Pronto la noticia  fue difundida y la guarda costera salió en ayuda del  Morro Castle. Debido a la proximidad a la costa, muchas personas en tierra acudieron a una playa que se encontraba en la demora del buque. Hicieron hogueras para señalar a los supervivientes y nadadores donde debían dirigirse. Algunos de ellos habían nadado durante más de 6 horas, con el cuerpo repleto de quemaduras del fuego, de hipotermia y de intoxicación por humos y gases. Los botes salvavidas llegaron pronto a tierra ya que eran fácilmente propulsados por los fuertes vientos. Los cadáveres sin embargo llegaron los últimos, algunos arribaron a la playa tres días después. Decenas de ambulancias esperaban ansiosas en tierra.

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Rescate en la playa de algunos pasajeros del Morro Castle.

Los últimos que quedaron abordo fueron el capitán, los oficiales del puente y los operadores radiotelegrafistas. El remolcador de la guarda costera alcanzó al Morro Castle y les lanzó un cabo para remolcarlo. Pero antes debían zafarse del ancla de estribor. No pudieron levar el ancla ya que no había electricidad para hacer girar el molinete. Entonces el capitán ordenó a los operadores radio a cortar los eslabones de la cadena. Una vez cortada y ya desembarcado todos, el remolcador empezó a tirar de aquella mole en llamas. Pero desafortunadamente el cabo del remolcador se rompió enrollándose en la hélice y el  Morro Castle se soltó. Tuvieron que rescatar al remolcador mientras que el barco de pasaje desaparecía en la oscuridad.

Varias horas más tarde, a las 19:30 horas, un locutor de una emisora de radio comercial local llamado Burley, divisó desde la ventana de su estudio a nuestro barco en rumbo de colisión hacia una playa. Aquel barco en brasas y humeante iba directo hacia la orilla. Pero a menos de 100 metros de la orilla de la playa de Asbury Park, se paró y quedó encallado. Aquella imagen daría la vuelta al mundo.

Abandonado en la playa

Equipos de bomberos subieron a bordo por si encontraban a alguien con vida pero no fue así, todos los cuerpos que encontraron estaban carbonizados, el recuento final de muertos fue de 86 pasajeros y 49 tripulantes. Según las investigaciones del FBI y de la inspección general marítima todo apuntaba a que el fuego fue provocado ya que se inició sospechosamente en un armario carente de detectores. La muerte del capitán Wilmott justo antes del incendio por infarto tampoco estaba clara para los investigadores. El barco estuvo en la playa encallado durante casi 7 meses, llegando a convertirse en una atracción turística morbosa para nadadores y curiosos que se acercaban a saquearlo. Después fue comprado y desguazado.

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Morro Castle varado en la playa de Asbury Park, New Jersey en septiembre de 1934.

Sospechosos

Después de las investigaciones, el principal sospechoso era el ayudante del jefe radio por sus actividades sindicales y constantes quejas. Pese a ser detenido no encontraron pruebas y lo declararon inocente. El jefe radio Rogers al contrario fue todo un héroe nacional. Se dedicaba a contar sus experiencias a bordo del barco durante el incendio y realizó varias giras por teatros de Broadway.

Años después George Rogers se estableció en un pequeño taller radio realizando reparaciones. Pero el taller salió ardiendo un día inexplicablemente. Más tarde trabajaría como operador radio para la policía de una pequeña ciudad. Fue aquí donde conoció al teniente Doyle haciéndose muy buenos amigos. Sin embargo un día a Doyle le explotó un acuario de peces que le arregló su supuesto amigo Rogers.

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El «héroe» George Sparks Rogers en el camerino de un teatro en Broadway antes de salir. Sparks significa «chispas», así se le llamaba a los radiotelegrafistas coloquialmente.

Doyle, ¿conocedor de la verdad?

Doyle perdió varios dedos de una mano y sufrió heridas muy graves. La policía descubrió restos de TNT en la pecera y en casa de Rogers encontraron indicios. Cuando lo juzgaron salieron a la luz turbios asuntos de Rogers. Se supo que de joven había violado a un niño de 15 años en la escuela. También robó equipos en trabajos antiguos incluso envenenó al perro de su esposa. Se supo que había estado involucrado en varios incendios. Todas estas pruebas señalaban al radio Rogers como posible autor del incendio del barco Morro Castle, todo parecía encajar.

El policía Doyle tenía una hipótesis referente al incendio del barco, y es que Rogers le confesó una vez como lo hizo todo. Utilizó un pluma que colocó en un uniforme de camarero que se guardaría en el armario donde empezó todo. Esta pluma tenía dos compartimentos separadas por una fina lámina de cobre, en un compartimento había acido y en el otro un producto químico explosivo. El acido corroyó la lamina juntándose con el producto provocando una pequeña explosión.

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Teniente de la policía Vincent Doyle de la ciudad de Bayonne, New Jersey .

Rogers también fue culpado de asesinar a una pareja vecina que estuvo haciendo algunos negocios con él, lo abalaban para comprar equipos militares y después revenderlos. Pero sus vecinos decidieron un día jubilarse y mudarse y reclamaron el dinero prestado a Rogers. Pero la solución fue asesinarlos a martillazos. Fue condenado a la cárcel y murió encerrado de un ataque al corazón en 1958.

El teniente Doyle una vez retirado dejó escrito un manuscrito que nunca se publicó titulado «Mas allá de toda duda razonable» donde describía como Rogers había sido el culpable de la catástrofe del Morro así como del asesinato del capitán Wilmott con veneno, sacado de conversaciones y confesiones en sus años de amistad.

Pese a todo nunca se demostró que Rogers fuese el culpable y sigue siendo un misterio sin resolver que se cobró 135 muertos. Como suele ocurrir, a raíz de la tragedia, se reforzaron los sistemas de contraincendios en los barcos, se mejoraron los sistemas de alarmas, la utilización de materiales ignífugos, manuales de preparación para la tripulación, mejoras en la seguridad que hoy en día se las debemos al Morro Castle.

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JASS
Ingeniero de sistemas navales, seguidor del misterio, del fenómeno OVNI y de lo paranormal. Skywatcher, astronauta de salón, y sobre todo cadista. Le gusta escribir sobre historias de barcos. Colaborador en Informe Enigma. Cofundador y miembro del Grupo Zpectrum Cádiz Contacto: joseasanchezs72@gmail.com

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