Las caras de Bélmez ¿verdad o mentira?

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Allá por el verano de 1971, en una calurosa tarde de Agosto, María Gómez Cámara pregonó a sus vecinos que mientras cocinaba había descubierto unas extrañas manchas en el suelo de cemento de su hogar. Dichas sombras presentaban la apariencia de rostros y asomaban al mundo en la localidad de Bélmez de la Moraleda, una población rural al sur de Jaén, la cual se asienta a los pies de Sierra Magina y cuyos campos, arropados por olivos, se acercan a la chepa de la silueta que describe sobre el mapa la provincia de Granada.

Iker Jiménez investigando las caras de Bélmez para Cuarto Milenio.
Iker Jiménez investigando las caras de Bélmez para Cuarto Milenio.

Ríos de tinta se han vertido desde entonces, un ir y venir de mentidos y desmentidos que se han ido sucediendo por más de 40 años. En un principio se aprovechó el fenómeno para dar algo de entretenimiento al pueblo llano, táctica remanida allende los tiempos, el típico misterio que se derrama como paliativo para que la gente tenga cosas de qué hablar y no preste demasiada atención a los deméritos de sus gobiernos. En este caso, puesto que Bélmez es parte de Andalucía y ésta a su vez lo es de España, fue el régimen franquista quien vio a bien aprovechar el asunto disuasorio y el mismo que unos años más tarde decidió desprestigiar la anomalía, cuando ésta adquirió demasiada repercusión en un mal momento para el poder, donde sufría bastantes tensiones internas.

Muchos expertos del misterio, por no decir que todos los que presuman de serlo, han auscultado las numerosas manchas que a lo largo del tiempo se han ido formando en el vetusto suelo de la casa de María y no menos personas de ciencia se han arrimado también con la intención opuesta de arrojar razón sobre algo que para ellos resulta un fraude descarado. El extremo paranormal habla de un cementerio árabe del siglo XIII que se encuentra en los cimientos de la casa como posible foco de las pareidolias y el otro frente recurre al mero desprestigio apuntando a simples pinturas realizadas por sus moradores. No falta la versión arrojada por Cuarto Milenio en la cual aducen a la posibilidad de que se trate de unos familiares de la ya fallecida dueña de la casa, quienes tuvieron un trágico desenlace en tiempos de guerra civil y que al parecer trataban de comunicarse con sus allegados, quizá en busca de justicia.

El programa de Iker Jiménez procuró desmentir los desmentidos, descartando rastros de pintura en sus averiguaciones realizadas sobre el terreno y haciendo pruebas sobre muestras de piedra, similar a la composición de aquel suelo, con varios de los materiales que el lado escéptico apunta como posibles agentes utilizados para provocar el misterio. Tras el experimento determinaron que aquellos agentes externos utilizados, tales como disolvente de hormigón, ácido clorhídrico y nitratos de plata, no reflejan ser la causa de las manchas con forma de caras que nos ocupa.

 

Algunas de las caras encontradas en casa de María Gómez Cámara.
Algunas de las caras encontradas en casa de María Gómez Cámara.

Por otro lado, los argumentos escépticos no son menos tajantes con el factor negocio pues bien es cierto que las caras de Bélmez han generado pingues beneficios a propios y extraños, no faltando las ofertas propuestas incluso por parte del ayuntamiento de la localidad para hacerse con la propiedad en cuestión e incluso se da el caso de que ante dichas ofertas aparecieron más imágenes de forma recurrente en otra vivienda de la misma familia que sí estuvieron dispuestos a vender. Es normal, como en todo por desgracia, que algunos supiesen aprovechar el tirón para hacer algo de dinero con el asunto y no sería de extrañar que una buena parte de las extrañas apariciones, si no todas, fuesen provocadas para especular.

Sin embargo, resulta chocante que la mayoría de detractores recurra al factor negocio como causa directa de este misterio y en lugar de airear libremente al mundo sus investigaciones, suelen recoger éstas en manuscritos y vender sus obras de la misma manera que aquellos que escriben libros dándole veracidad al extraordinario prodigio. Este es el caso de los valencianos Javier Cavanilles y Francisco Mañez, por ejemplo, quienes en su obra “Los caras de Belmez” procuran demostrar la farsa y arguyen poco menos que un poco de aliño para ensalada, fijado por la pisada de una zapatilla del número 39, fue el foco que dio pie al resto del fenómeno, lástima que para semejante descubrimiento haya que leerse 382 páginas de un libro que cuesta la nada despreciable cuantía de 19’50€. No seré yo aquel que afirme que la investigación no merezca una remuneración, pero no se me antoja la mejor forma de desmontar un chiringuito alegar que todo es por dinero y a la vez pretender lucrarse del mismo.

En conclusión, no hemos avanzado nada en la resolución de la ecuación y a poco que van muriendo los principales testigos se van llevando el secreto a la tumba. Aunque tal vez cuando todos abandonen la escena podamos comprobar si los rostros persisten o por el contrario se van extinguiendo, como parece estar ocurriendo con algunas imágenes desde la muerte de María Gómez. En cualquier caso, no alcanza dudas que estamos ante una auténtica cuestión insólita.

Alegar que no soy la persona más objetiva para invitar a las masas a visitar Bélmez, me considero bastante reacio a pagar por ver algo que probablemente surge de forma espontánea para ser contemplado por todo el mundo. Aunque no descarto visitar la zona para curiosear entre sus gentes, que siempre son muy agradables en los sencillos pueblos de interior que me encantan, y además pasé mis primeros veranos en una pedanía de Huelma, pueblo que linda con Bélmez, razón de más para volver a mis raíces y relataros después la experiencia.

Por último, como sano apunte elucubrado por los familiares y allegados que han visitado el número 5 de la calle Rodríguez Acosta de Bélmez de la Moraleda, decir:

verse caras en el cemento se ven, pero también se pueden ver a veces en las nubes y nadie paga por asomarse a la ventana a verlas.

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Miguel Ángel Alijarte Piñar
Escritor, residente en Granada. Ha trabajado en comercio y distribución antes de pasar una temporada dedicado a la vida contemplativa. Fruto de sus reflexiones, publicó en 2012 la novela 'El niño lanzó la piedra', a la que siguió en 2013 'Cuento a la vida'. 'Diario de un ignorante' es su último libro (gratis en Internet). Actualmente, trabaja en su próxima novela 'Bromas'.

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