Sucedió hace casi cincuenta años y lo conocemos gracias a los testimonios de militares retirados y al trabajo de investigación realizado por el físico Delores Knipp del Departamento de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad de Colorado. Publicado en un artículo de la revista científica Spaceweather de la American Geophysical Union. Un acontecimiento que pudo haber provocado una catástrofe a nivel mundial y que podría haber desencadenado una guerra o el fin de nuestro planeta, la tormenta solar que pudo iniciar la Tercera Guerra Mundial.
Allá por el año 1967, en plena guerra fría, existían (y existen) tres estaciones de las fuerzas aéreas norteamericanas que se encontraban situadas muy cerca del círculo polar ártico. Estas estaciones formaban parte de un sistema de defensa balístico, en concreto localizadas en Alaska, Groenlandia y Reino Unido. En estas bases, conocidas como BMEWS (BALLISTIC MISSILE EARLY WARNING SYSTEMS), se encontraban desplegadas múltiples antenas que darían cobertura a varios radares de vigilancia aérea. Se encargaban de rastrear el espacio aéreo en busca de posibles amenazas misil procedentes principalmente de la Unión Soviética. Instaladas en esta zona del planeta ya que es el camino más corto para que el enemigo te lance un rápido ataque.
El 23 de mayo de 1967 estas antenas empezaron a sufrir fuertes interferencias y perturbaciones, lo que se conoce militarmente como «Jamming«. Estos radares, que trabajaban en la frecuencia de 440 MHz, empezaron a dejar de detectar correctamente. Presentaban mucho ruido provocado por una fuerte señal de radio, siendo imposible realizar ningún tipo de detección. Aquellas perturbaciones nunca habían sido observadas en estas instalaciones de alerta temprana y al ser extremadamente fuertes se pensó que los soviéticos eran los culpables. Todo parecía indicar que el enemigo número uno en aquellos años estaba dando el primer paso para desencadenar un conflicto bélico, una declaración de guerra instantánea que podría haber cambiado el rumbo de la historia.
Se dio la orden de preparar a las aeronaves que había en tierra y equiparlas de armas nucleares para así intentar contraatacar al enemigo. Quizás ya hubiera sido demasiado tarde ya que se temía que misiles nucleares soviéticos podrían estar dirigiéndose hacia objetivos americanos.
El coronel Arnold Snyder, que trabajaba en el centro de predicción solar del NORAD (Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial), se encontraba de guardia ese día y recibió una llamada desde una de estas bases preguntando si existía alguna actividad solar fuera de lo normal. La respuesta de Snyder fue afirmativa y rotunda, llevaban varios días observando gran actividad en el Sol. En concreto fue el 18 de mayo cuando se empezaron a gestar grandes manchas solares formándose una fuerte eyección. Esta tormenta geomagnética alcanzaría la Tierra varios días después siendo la culpable de las perturbaciones observadas en el hemisferio norte. También provocó la imposibilidad de realizar comunicaciones por radio en una semana afectando principalmente a las frecuencia entre 0,01 a 9,0 GHz.
Este fue el motivo de que aquellos radares estuvieran inutilizados durante días. La tormenta al llegar a la Tierra se desplazó y se acumuló en los polos. En una escala de tormenta geomagnética fue catalogado el evento de G5 (extremo). En términos de radiación solar alcanzó niveles R3 y S3 (fuerte).
Gracias a que la fuerza aérea americana llevaba estudiando el Sol desde los años 50, aquel incidente no llegó a más. Se supo detener lo que podía haber sido una orden de ataque nuclear contra la Unión Soviética. A partir de 1967 se reforzaron y consolidaron numerosos programas y herramientas de vigilancia espacial como el SESS (Space Environment Support System), SOFNET (Solar Observing and Forecasting Network) o el AFGWC, (Air Force Global Weather Central) que se dedican a estudiar los efectos de las radiaciones solares. Con la lección aprendida hoy en día se invierte mucho tiempo y dinero en la investigación solar, ya que es una variable a tener muy en cuenta en la vigilancia aérea en materia de defensa militar.
Pero, ¿qué pasó con los soviéticos?, ellos también se verían afectados por esta actividad solar. ¿Estaban pensando en atacar?, ¿habían sido más listos y tenían monitorizado las manchas solares con suficiente antelación?, ¿cuántas veces habrá ocurrido algo parecido que pusiera en vilo a la seguridad mundial?. En este caso el desconocimiento es lo mejor…
Con el transcurrir de los años se ha conocido que este tipo de fenómenos solares se han producido en multitud de ocasiones, algunas de ellos con devastadoras consecuencias. De otras hemos salido airosos ya que la emisión solar no estaba dirigida hacia la Tierra.
En septiembre de 1859 se produjo el denominado evento Carrington, la tormenta solar más potente jamás registrada que afectó por entonces a redes eléctricas y telegráficas en Europa y Norteamérica. En mayo de 1921, una tormenta solar de menor intensidad golpeó el norte de Europa y EE.UU. afectando a las líneas de ferrocarril, red eléctrica y provocando incendios. En marzo de 1989 un fuerte periodo de tormenta solar producido en los polos afectó a las comunicaciones por radio de HF (High Frequency), VHF (Very High Frequency) y por satélite causando niveles altos de interferencia y ruido. Los radares se vieron también degradados. En 2002 se emitió un aviso de una fuerte erupción solar observada tipo X3 que provocó interferencias radio pero de corta duración. En diciembre del 2006 se observaron otros dos eventos solares importantes como fueron dos llamaradas de tipo X5 y X6 produciendo fuertes explosiones y desencadenando una tormenta geomagnética que perturbó gravemente las comunicaciones radio y de radar.
Pero sin duda alguna uno de los eventos solares recientes mas graves fue el acontecido el 23 de julio de 2012, cuando una eyección de masa coronal (EMC) salió del Sol días antes a una velocidad de 3000 km/s. La tormenta atravesó la órbita terrestre pero por suerte la Tierra no se encontraba en esa dirección. Según investigaciones de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU., aquella tormenta fue una de las más potentes comparable a la Carrington. Si esta super tormenta hubiera alcanzado la Tierra podría haber tenido catastróficas consecuencias. Fueron dos llamaradas que viajaron separadas entre sí por tan solo 15 minutos. Según los estudios esto provocó que la segunda de ellas tuviese el camino despejado no produciéndose la deceleración esperada.
Durante la historia de nuestro planeta se han dado más acontecimientos solares importantes que podemos conocer gracias al uso de ciertas técnicas innovadoras. La Universidad de Oxford o la nipona de Nagoya han utilizado una técnica increíble. Se pueden conocer los acontecimientos solares y cósmicos gracias a la observación de los anillos de los troncos de ciertos árboles longevos. En los anillos podemos encontrar auténticas huellas solares de antiguas tormentas analizando los picos de carbono 14. Como el evento Miyake, allá por el año 775, una increíble y misteriosa tormenta cósmica de orígenes poco claros que se sigue investigando y que azotó la Tierra. Esta técnica ayudará a la datación de eventos en nuestro planeta y de su historia. Podrá usarse como referencias cronológicas y utilizarla para comparar la historia en diferentes sitios referenciados a estos eventos solares.
Según los expertos nos encontramos en un ciclo solar bajo. Confiemos que nuestra estrella nos dé una tregua por miles de años ya que una tormenta solar extrema podría dejarnos por un tiempo en pañales de nuevo…