Dura pérdida de vidas humanas en la mar, llena de sufrimiento y condiciones denigrantes. Es la historia de una fragata francesa que encalló en costas africanas y que tan solo unos pocos afortunados pudieron contarla. Asesinatos, miseria, canibalismo, el trágico final de los supervivientes de la fragata La Medusa.
Ambientada en una época de la Francia post napoleónica, en plena restauración de los Borbones, una fragata de la Armada Francesa es enviada a Senegal a principios del verano de 1816. La fragata llamada La Medusa fue botada en julio de 1810 con una eslora de casi 47 metros y una manga de 12 y compuesta de tres mástiles. Fue equipada de 46 cañones que les sirvió para combatir en las Guerras Napoleónicas por las Islas Mauricio, en el océano Índico, y el Caribe.
En 1816 embarcaron en la fragata La Medusa colonos, científicos, funcionarios, oficiales, soldados y un gobernador junto a su mujer, en total unas 400 personas. Todos ellos tenían como destino Senegal, colonia que fue cedida por los ingleses. Para esta singladura nombraron como comandante de la fragata al Vizconde Hugues Duroy de Chaumereys. Pese a ser un personaje importante y honorable por su afinidad a la corona llevaba más de 25 años inactivo como marino. A él se le atribuye el desastroso y trágico final que tendría la fragata francesa.
La fragata La Medusa iba acompañada en su navegación por otras naves con el mismo rumbo, Argus, Loire y Echo. Sin embargo el comandante Hughes quería ser el primero en arribar a puerto. Esta carrera provocó que sus cálculos de derrota y sus posiciones en las cartas fueran desviándose poco a poco. Se equivocó en la enfilación al Cabo Blanco al noroeste de Mauritania. Según sus situaciones geográficas pensó que se encontraba más al sur y que había sobrepasado el banco de arena de Arguin. Pero no fue así, el comandante embarrancó el navío un 2 de julio de 1816 en este conocido y poco profundo banco en Mauritania. El barco quedó bastante escorado y con graves daños. El comandante no hizo caso a las indicaciones de sus oficiales más experimentados. Sus maniobras para salir de allí fueron inútiles.
Construyeron una balsa para aligerar el barco de carga, de unos 20 metros de eslora por 7 de manga. La balsa fue construida improvisadamente con trozos y listones de madera y atada con cabos. No parecía muy segura ya que al cargarla se hundió parcialmente.
La zona sufrió el azote de un fuerte temporal durante la noche del 5 de julio, provocando que las anclas que tenían bajadas se perdieran. La Medusa terminó contra los arrecifes por culpa de una gran ola. El comandante dio la orden de abandonar la nave, siendo uno de los primeros.
Los 400 ocupantes de la nave tenían que repartirse entre los botes, pero lamentablemente no había sitio para todos. Solo había capacidad para 250 pasajeros. Los 150 hombres restantes se embarcaron en la maltrecha balsa. La «maravillosa» idea del capitán fue la de remolcar esta balsa por uno de los botes. Las provisiones que dejaron para los ocupantes de la balsa eran bastante escasas, consistían de unos barriles de vino, un par de contenedores de agua y una bolsa de galleta para un día. La balsa estaba ocupada en su mayoría por tripulación, soldados y algunos colonos.
Los ocupantes de los botes eran oficiales, funcionarios y políticos con el comandante Hugues Duroy de Chaumereys incluido. Pronto el capitán cambiaría de opinión debido a la poca seguridad que ofrecía esta maniobra de remolque. Ordenaría a uno de sus oficiales a cortar el cabo dejando a los ocupantes de la balsa a su suerte, sin instrumentos ni cartas de navegación. Otros quince tripulantes decidieron quedarse a bordo de lo que quedaba de la fragata esperando a un inexistente rescate.
A partir de aquí empezaría una auténtica pesadilla para los ocupantes de la balsa que no podían ni estar sentados por falta de sitio. Al día siguiente de haber sido librados del bote, unos 60 supervivientes de la balsa fueron asesinados o arrojados al mar entre revueltas y motines de soldados y tripulantes. Para colmo sólo quedaba un barril de vino, el resto de provisiones se habían acabado o habían terminado en el fondo del mar.
A los pocos días el hambre les obligaría a probar suerte y masticar cinturones, sombreros, trozos de cuero y cuerdas. El día a día en la balsa se convirtió en un auténtica lucha infernal por la supervivencia. Todos los días había peleas en la balsa. Los mas débiles eran asesinados y arrojados por la borda. Tras seis días a la deriva, la locura se hizo dueña de la balsa con una escasa treintena de tripulantes.
Los más fuertes eran los que permanecían en la balsa, bebiendo agua salada y orina para pronto matar para comer. Los enfermos y heridos fueron las primeros en ser aniquilados y descuartizados, el canibalismo comenzó a practicarse en la balsa. Este infierno antropófago duraría casi una semana. Al principio se comían la carne cruda de los cadáveres, pero más adelante cortaban trozos finos y los colgaban para que se curaran. El 17 de julio tan solo quedaban 15 de 151 supervivientes, los cuales fueron rescatados por casualidad por el barco francés Argus. Antes de llegar a la tierra gala morirían 5 de los supervivientes que no aguantaron el viaje de vuelta. De los 17 tripulantes que decidieron quedarse en La Medusa, solo 3 pudieron ser rescatados el 26 de agosto. Resistieron más de 50 días, cadavéricos, enfermos y muy debilitados.
Dos de los supervivientes de la balsa escribieron un libro «El Naufragio de la fragata La Medusa“. Se trataban del geógrafo Alexandre Corréard y del cirujano Jean Baptiste Henri Savigny. Cuentan toda su experiencia desde las actuaciones negligentes del comandante inexperto hasta la dura vida a bordo de la balsa. Culparon a la Armada Francesa y al régimen Borbón de total abandono ya que no se organizó ninguna misión de rescate.
Estos supervivientes no serían los únicos en denunciar la tragedia, sino también un pintor llamado Theodre Gericalut. Pintaría su obra más importante y pionera del romanticismo denominada «La Balsa de La Medusa«.
Este pintor con 28 años realizó un increíble cuadro del que necesitó algún tiempo para plasmar la dureza de las condiciones que se vivieron en la balsa. Se entrevistó con alguno de los supervivientes que acabaron locos. Visitó varias morgues para captar la palidez cadavérica de los cuerpos sin vida. Llenó su apartamento de partes de cuerpos, miembros prestados por un hospital para realizar bocetos antes de la creación de su obra. Incluso una cabeza humana formó parte de la decoración de su estudio.
El cuadro de 5 metros de alto por 7 de ancho capta el momento en el que los náufragos ven un navío en el horizonte, el Argus, e intentan sin éxito llamar su atención. Se aprecian entre 17 y 21 tripulantes entre los que hay muertos y cuerpos desnudos.
Después de finalizar el cuadro, la obra estuvo censurada por los mandatarios franceses hasta que se expuso públicamente generando un gran escándalo en toda Francia y Europa. Actualmente se encuentra en el Museo Nacional del Louvre, en Paris. Al cuadro, su pintor le añadió posteriormente tres tripulantes de color para denunciar también el comercio ilegal de esclavos que los franceses todavía practicaban con sus colonias en aquellos años. Theodre Gericalut moriría a los 35 años por una enfermedad ósea. El cuadro tuvo un gran papel ya que influiría en los movimientos políticos de la época, la abolición de la esclavitud y la disolución del régimen monárquico.
El escándalo de La Medusa tuvo consecuencias. Al capitán Duroy de Chaumareys lo condenaron a tan sólo 3 años de prisión en el Castillo o Fuerte de Ham en la Somme, Francia. Fueron destituidos el ministro de la marina y varias decenas de oficiales.
En 1980 arqueólogos marinos franceses descubrieron con gran puntería la localización de los restos hundidos de la fragata la Medusa en la costa mauritana. Una gran parte de objetos fueron recuperados y se encuentran en el Museo Nacional de la Marina de Paris.
El naufragio de La Medusa fue la historia más trágica de la marina francesa pero afectaría también a la sociedad. Esta dura historia por culpa del mal hacer de un capitán cobarde, marcó de por vida a los franceses…