Águilas devoradoras de hombres

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El águila. Pocos animales han sido tan admirados por el hombre como esta ave. Su retrato aparece en los escudos de naciones e imperios a lo largo de toda la historia. Símbolo de numerosas casas reales, refleja el valor, la fuerza y la astucia.

Como aves de presa que son, se alimentan exclusivamente de carne, y la obtienen de manera activa. Son cazadoras poderosas, armadas de potentes garras capaces de matar al simple contacto con su presa.

España es el paraíso para quienes disfruten observando estas aves, tanto si se trata de las que viven en nuestra tierra durante todo el año, como de aquellas que emplean Iberia como zona de paso entre Europa y África. Las más llamativas (y las más grandes en España) son el águila real y el águila imperial.

Pero, ¿puede un águila apresar a un ser humano? No nos faltan en los documentales imágenes de ejemplares de águila real estrechar entre sus garras a un muflón joven, o un cabrito montés para luego elevarse en el aire con él y soltarlo desde gran altura provocando su muerte. Incluso los muflones adultos se refugian entre los árboles del bosque cuando observan un águila volando.

Volvamos la mirada tiempo atrás, hasta el período de años que va desde 1250 a 1300. En esta época, lo maoríes llegan a las Islas que un día formarían Nueva Zelanda. Se extiende ante ellos un mundo extraño. No hay conejos ni otros pequeños mamíferos corriendo por los prados y bosques de dichas islas. Ni siquiera ratones o ratas (a parte de las que ellos mismos introdujeron). Los únicos mamíferos que allí se encontraban antes de la llegada del ser humano eran murciélagos (curiosamente diferentes a sus parientes del resto del mundo, ya que a pesar de poder volar, desarrollaban gran parte de su vida en el suelo alimentándose de insectos y otros pequeños animales que cazaban entre la hojarasca). Eran otros animales los que en dichas islas habían asumidos los papeles que en el resto del mundo ostentaban los mamíferos; las aves.

Muchas de las especies nativas de Nueva Zelanda eran aves no voladoras. La más grande de todas era el Moa Gigante. Un coloso de 3 metros de altura y un cuarto de tonelada de peso, que los maoríes no tardaron en convertir en su principal presa. A pesar de la enrome cantidad de alimento que de ella podían obtener, solo consumían el tercio superior. El resto, se amontonaba a las afueras de sus asentamientos y servía de alimento a los perros que habían traído consigo estos primeros habitantes de Nueva Zelanda.

moa

Los moas no temían a los seres humanos, algo habitual en animales que no han evolucionado teniendo al ser humano como depredador natural, lo que los hacía peligrosamente vulnerables. Los maoríes, no solo cazaban a los ejemplares adultos, sino que también robaban los huevos.

Las hembras depositaban un único huevo. Una vez eclosionaba, el polluelo necesitaba 7 años para alcanzar la madurez sexual. Muchos eran cazados antes.

Todo ecosistema, y más aquel que alberga grandes animales herbívoros, necesita carnívoros que controlen sus poblaciones. En el caso del moa, su principal depredador era una rapaz. Pero no se parecía demasiado al águila real que sobrevuela nuestras montañas. Se trataba de un águila de más de 3 metros de envergadura y hasta 18 kilogramos de peso (lo que la empareja con la avutarda, el ave voladora actual más pesada). El águila de Haast.

aguila de haast moa
Representación del ataque del águila de Haast. Sus garras eran tan largas que podrían perforar el grueso plumaje del moa hasta llegar al hueso. Viendo las señales que se han quedado en algunos huesos de moa hallados, puede comprobarse que la rapaz podía atacar y matar de dos maneras diferentes: Bien rompiendo el cuello del moa, o bien clavando sus largas garras en su cadera. Sus garras tenían una longitud de hasta 25 centímetros.

El águila de Haast aparece frecuentemente representada en la cultura y arte maorí. Se la describe como un águila de color blanco y negro, con una cresta en la cabeza roja y plumas de color amarillo y verde en la punta de las alas.

Su papel en la red trófica no era simplemente como el de una simple ave de presa. Era un superdepredador. Sería más similar al papel de un león o un tigre, ya que no existe ningún otro depredador que con ella pudiese competir… Hasta la llegada del ser humano. La caza despiadada de los moas por parte de los maoríes llevó poco a poco a estas grandes aves a la extinción. Privadas de su principal fuente de alimentación, el águila de Haast despareció alrededor del año 1400.

Descubrimos a través de las pinturas y adornos maoríes referencias a ataques por parte del águila de Haast a miembros de la tribu. Para el disgusto de los maoríes, un humano, al caminar erguido, es demasiado similar a un moa para la vista del águila.

P.D. Este artículo está escrito en honor a Félix Rodriguez de la Fuente, impulsor de la protección de las aves de presa en España. Sin su incansable trabajo con estas magníficas criaturas, muchas de las que habitan Iberia estarían a día de hoy extinguidas.

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Juan José Alférez Cara
Biólogo. Le fascina la naturaleza y esa fuerza moduladora que durante millones de años ha dado lugar a todas las formas de vida que hoy habitan La Tierra, llamada Evolución, y que también ha servido de lienzo para las leyendas de todos esos escritores desde la Antigua Grecia hasta el Siglo XXI. Contacto:juanjoalferez1@gmail.com

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