Unidad 731 | El infierno nipón

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Hoy describiremos a uno de los sitios más escalofriantes y depravados que jamás han existido, de como el ser humano es capaz de lo peor, de lo impensable, de lo que aparentemente no tiene cabida  en nuestra cabeza, de cómo somos capaces de llegar a ser los más crueles y asesinos, con el fin de avanzar en lo armamentístico, en lo letal, y así  ser los primeros.

Todo empezó cuando terminó la Primera Guerra Mundial, en Japón empezaron a estudiar y a desarrollar una serie de armas biológicas, las cuales utilizarían en guerras posteriores. Para esto se inauguró un centro al sur de Harbin en China a finales de 1932, denominado Unidad de Kamo o Unidad de Togo cuyas misiones eran la de la «Prevención Epidémica» y la otra de «Purificación de Agua del Ejército de Kuantung». Más adelante sobre el 1941 pasó a llamarse la Unidad 731, y también se cambió de emplazamiento a una unidad de unos 30 km cuadrados y con cerca de 3.000 empleados, en Pingfan.

Aquí se encontraban médicos y científicos, cuya principal misión era la de llevar a cabo un programa secreto de investigación y desarrollo de armas biológicas del Ejército japonés. A cargo de esta unidad estuvo el doctor Shiro Ishii, científico que incluso estuvo en Europa como agregado militar y que viajó a Estados Unidos numerosas veces donde se familiarizaría con las investigaciones en materia de armas biológicas, pasando posteriormente a ser uno de los estandartes en guerra química y biológica a nivel mundial.

En 1931 durante la ocupación del Nordeste de China por parte de Japón, Ishii y su unidad se abastecían de gran número de prisioneros chinos que eran llevados a estos centros de «investigación» y «desarrollo». Posteriormente en 1937 ya empezaron a utilizar los japoneses armas bacteriológicas, en concreto un gas venenoso para producir epidemias en algunas ciudades de China.

Por la unidad 731 pasaron cerca de 10.000 personas de China, Corea, Mongolia, Rusia, norteamericanos y europeos, las cuales eran recluidos y utilizados como autenticas cobayas para investigar enfermedades infecto contagiosas como por ejemplo la peste, el cólera o la tuberculosis. Con estos prisioneros hicieron todo tipo de salvajadas, utilizaron métodos inimaginables para cualquier mente sana, no tenían respeto alguno por sus vidas.

Los médicos y científicos a cargo llamaban a los prisioneros «maduras» que significaba tronco, eso es lo que eran para ellos, trozos de madera que podrían cortar, pegar, romper, explotar:

  • Para investigar cual era la mejor manera de curar las lesiones de metralla ataban a los prisioneros a unas estacas de madera y les colocaban bombas alrededor pero a distintas distancias, al explosionar analizaban a los prisioneros como las astillas se clavaban y como podían ser curadas. A aquellos que lograban sobrevivir se les aplicaba cirugía in situ y obviamente sin anestesia. Probaban sobre ellos nuevas armas como lanzallamas, granadas de mano…
  • Pruebas de extracción de órganos mientras seguían vivos para que no se descompusieran y los pudieran trasplantar a otros recluidos a posteriori.
  • Los prisioneros eran infectados con enfermedades de transmisión sexual, gonorrea, sífilis y así observar cómo se extendía por todo el cuerpo, sin tratamiento.
  • Amputación de miembros y perforaciones en el cráneo para el estudio de hemorragias.
  • Unían miembros amputados al cuerpo de otras víctimas, miembros que eran congelados y descongelados y así  estudiaban los efectos de la putrefacción y la gangrena.
  • Congelaban varias partes del cuerpo e intentaban técnicas de deshidratación para estudiar métodos anti congelación.
  • Enterramientos y disecación de cuerpos mientras estaban vivos.
  • Inyectaban ácidos o aire intravenoso e incluso orina de caballo en los riñones.
  • Les suministraban inyecciones con peste bubónica producidas en moscas infectadas y así analizar el desarrollo de la enfermedad. Se probaba la resistencia a hongos, fiebre amarilla, hepatitis, gangrena gaseosa, tétano, disentería, fiebre escarlata, encefalitis de las garrapatas, fiebre hemorrágica, difteria, neumonía, meningitis cerebroespinal, tifus, viruela, botulismo.
  • Inyectaban cianuro, arsénico, heroína y distintos tipos de venenos de serpiente y de pez erizo para buscar un antídoto o fármacos.
  • Probaban la resistencia humana a radiaciones extremas de rayos X y sus posibles consecuencias.

Como veis aquel sitio era un infierno, un sitio invadido por el dolor y el sufrimiento, aparte de ser un foco de infecciones y enfermedades, una bomba de relojería que podría irse de las manos y acabar con la población china cercana.

En esta unidad 731 fue probado por primera vez el Ántrax como agente de guerra biológica, probados con sus prisioneros y utilizándose a posteriori en varias guerras. Fueron uno de los pioneros en su utilización, lo probaron infectando a la población china civil con gomas de mascar y chocolatinas con Ántrax. Más tarde lo empleaban contra el enemigo camuflados en plumas estilográficas, alfileres, sombrillas. Cultivaron cerca de 5 toneladas de Ántrax en enormes tanques de aluminio y  realizaron varios tipos de bombas y proyectiles.

Antrax

También lograron grandes avances en la guerra entomológica, guerra que utiliza a los insectos como portadores de enfermedades. Cultivaban pulgas en contenedores con peste bubónica para realizar ataques biológicos. Todas esto lo utilizarían durante la Segunda Guerra Mundial en China, sobre todo pulgas y moscas infectadas por cólera. El ejercito japonés dispersó a los insectos mediante pulverización desde aviones a baja altura y lanzaban bombas llenas de una mezcla de insectos y enfermedades. Se estiman que casi 500.000 chinos murieron por enfermedades mortales inducidas.

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Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de EEUU fichó clandestinamente a algunos científicos. Ishii fue localizado pero ocultado y simularon su entierro para evitar que lo capturaran los rusos. Increíblemente el gobierno americano lo indultó a cambio de los conocimientos que tenía en materia bacteriológica. Vivió en EEUU hasta 1959 muriendo de un cáncer de garganta. Esta protección provocó las iras dentro de los que llevaron a cabo investigaciones sobre la unidad 731 en contra de la decisión del gobierno americano, como por ejemplo el coronel Thompson que llevó a cabo la investigación de esta unidad en Japón al terminar la guerra y que terminó suicidándose.

En 1989 un estudio británico apoyó la teoría de la culpabilidad EEUU-Japón en la guerra de Corea (1950-1953), donde colaboraron estrechamente en la guerra biológica, así como efectos radiológicos y programas de guerra entomológicos. Toda esta colaboración y desarrollo continuó después en la guerra de Vietnam. EE.UU. también contrató a algunos científicos nazis del Tercer Reich como a Eric Traub, responsable del armamento biológico y experto en bacterias que atacaban el cerebro. Traub terminó trabajando de asesor de la CIA y se dedicaban a detectar enfermedades mediante «ingeniería infectiva».

Le debemos mucho a todos esos seres humanos inocentes la mayoría de origen asiático y que estuvieron  desprotegidos en ese infierno 731 con todas aquellas torturas y vejaciones, llenas de dolos. Les debemos el descubrimiento de gran numero de vacunas, y de los tratamientos de algunas de estas enfermedades graves infecciosas y todo gracias al sufrimiento de seres inocentes. Al igual que otras superpotencias , este tipo de casos empañan de rojo su historia y nos demuestra que nos encontramos a merced del poderoso, que podemos llegar a ser simples cobayas para la experimentación. Puede que actualmente existan sitios donde se siga experimentando de esta manera tan cruel, pero aquí en occidente quizás experimentan con nosotros de otra manera, más imperceptible y duradera…

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JASS
Ingeniero de sistemas navales, seguidor del misterio, del fenómeno OVNI y de lo paranormal. Skywatcher, astronauta de salón, y sobre todo cadista. Le gusta escribir sobre historias de barcos. Colaborador en Informe Enigma. Cofundador y miembro del Grupo Zpectrum Cádiz Contacto: joseasanchezs72@gmail.com

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