Como ya se mencionó en el artículo anterior, no son pocos los supuestos avistamientos o “pistas” que podrían llevarnos a pensar que el Megalodon sigue vivo. Lo que empujó a muchos a pensar en su todavía existencia fue esa supuesta problación residual que podría haber quedado durante cientos de miles de años después de la feche en la que se estipula su extinción (hace 1,6 millones de años).
Se ha informado del hallazgo de huesos de cachalote que mostraban marcas de dientes e incluso restos de dientes de Megalodon englobados. Datos que, sin embargo, no han sido confirmados por expertos. Estas informaciones se consideran como leyendas.
La visibilidad está muy reducida bajo el agua, incluso cuando se observan criaturas a pocos metros por debajo de la superficie. Muchos de los supuestos avistamientos podrían no ser más que malas interpretaciones de avistamientos de tiburones ballena, tiburones peregrino o múltiples especies de cetáceos.
Los restos que mostraron que el Megalodon pudo sobrevivir hasta hace escasamente 11.000 años fueron encontrados en la Fosa de Las Marianas, a uno 7.000 metros de profundidad. Sin embargo, hay que tener en cuenta las características del término “evolución” a la hora de decidir si este hallazgo puede dar alas a la idea de la existencia de este tiburón gigante en la actualidad.
La extinción no es nunca instantánea. Es posible que ante un cataclismo, la población de una determinada especie quede reducida a un número muy bajo de ejemplares; número insuficiente como para constituir una población viable. Por ello, los escasos ejemplares que se mantuvieron pudieron no ser sin embargo, capaces de mantener la especie hasta la actualidad.


En la última imagen se nos muestra un rorcual siendo atacado por una extraña criatura. Los lugareños están acostumbrados a ver como las orcas son los únicos animales que se atreven a atacar a ballenas adultas. La aleta tenía una altura estimada de 2 metros (6 pies, ft en el sistema anglosajón). Es la altura máxima que puede alcanzar la aleta de una orca macho. Pero hay algo que escama a simple vista. Las orcas no tienen esa morfología en la aleta.

Las autoridades locales sin embargo, se negaron reiteradamente a aceptar la posibilidad de albergar un Megalodon en sus aguas. Las orcas no atacan a las personas, por lo que incluso tratándose de una, no causaría pánico entre la población. Creyeron mucho más factible mostrar la idea de una orca de extraña morfología antes de un tiburón gigante.