Los Loberos

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Resulta paradójico que el pariente más próximo al mejor amigo del hombre resulte ser el que durante siglos, ha sido el mayor enemigo del ser humano. El lobo figura en el folclore de muchos pueblos como una bestia sedienta de sangre y peligrosa para el ser humano, al que da caza de manera despiadada. Su mayor arma de combate, la manada, es sin duda, una leyenda viviente.

Durante la Edad Media, la práctica totalidad de la población de Europa vivía a expensas del ganado para su alimentación. Los rebaños de ganado doméstico se caracterizan además por la pérdida de la capacidad de defenderse de aquellos que antaño fueron sus depredadores naturales, entre los cuales no podía faltar el lobo. Por ello, los continuos ataques de los lobos a los animales de granja podía suponer la hambruna de la población, y desde el principio se buscaban soluciones.

En Francia y también en el Norte de España, surgió la figura del lobero, literalmente un “encantador de lobos”. Eran personas solitarias, antisociales, que vivían en los bosques, sin más compañía que la de las manadas de lobos a las que “controlaban”. No era fácil llegar a ser un lobero. Debían permanecer durante mucho tiempo cerca de las manadas de lobos, hasta que estas decidían aceptarlos como parte de las mismas.

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Se relataba que estas personas podían emplear a los lobos como arma contra sus enemigos, lo que despertaba en la población un profundo respecto (y miedo) hacia ellos. Si un lobero se acercaba a una casa y pedía alojamiento, los propietarios aceptaban sin ningún recelo. Con ello, se aseguraban de que su huésped los protegería en delante de sus enemigos empleando a los lobos, o bien, no mandaría a sus animales a atacarles como muestra de agradecimiento. El mismo “servicio” era muy cotizado entre carniceros y pastores, los cuales dependían de los rebaños de animales para su sustento.

Las habilidades de los encantadores de lobos se transmitían de generación en generación, o bien de “brujo” a “discípulo”. Fueron interpretados por algunos sectores de la población como un tipo de brujería, por lo que en múltiples ocasiones, el peso de la Inquisición cayó sobre ellos. Era normalmente interpretado como una maldición. Sin embargo, desde el primer momento, muchos dudaron de que verdaderamente aquellas personas pudieran controlar a los lobos. Pensaron que la figura del lobero fue en gran medida como la de un farsante.

Eran personas, sin embargo, completamente individualizadas. De la misma manera que los que se dedicaban a la caza, la pesca, o al pastoreo, los loberos tenían nombre y apellidos, y eran conocidos entre la población.

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Aquellos que no atribuían poderes mágicos a los loberos, veían en ellos a personas que simplemente habían desarrollado un vínculo con los animales a los que parecían controlar. El lobo es un animal social, y las manadas se configuran entorno a una pareja dominante, o alfa, los cuales son además los únicos que pueden reproducirse. De esa manera, se aseguran de que todos los individuos de la manada colaborarán en el cuidado de los cachorros, lo que incrementará notablemente sus posibilidades de supervivencia.

Numerosas obras de la literatura y numerosos estudios científicos, nos muestran que cachorros de lobo criados por humanos, acaban interpretando al hombre que los ha cuidado como el líder de su manada, y los lobos protegen siempre al líder. Por ello sería de esperar que atacasen a todo aquel que intentase dañar al jefe de la manada.

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Juan José Alférez Cara
Biólogo. Le fascina la naturaleza y esa fuerza moduladora que durante millones de años ha dado lugar a todas las formas de vida que hoy habitan La Tierra, llamada Evolución, y que también ha servido de lienzo para las leyendas de todos esos escritores desde la Antigua Grecia hasta el Siglo XXI. Contacto:juanjoalferez1@gmail.com

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