Bienvenidos de nuevo a bordo, amigos de Informe Insólito.
Esta vez vamos a ascender un poquito más en cuanto a altitud nos corresponde y nos situamos directamente en plena carrera espacial en los años 70. Hoy os traigo el enigma de los tres astronautas soviéticos que aterrizaron muertos y sonriendo. SOYUZ XI fue el nombre de la primera misión espacial tripulada que logró habitar una estación espacial, la SALYUT I.
Lanzada el 6 de junio de 1971 y de vuelta a la Tierra el día 29 de ese mismo mes, rompió por entonces un nuevo récord de permanencia en el espacio. Durante su retorno a casa, la nave soviética logró poner en funcionamiento su novedoso sistema automático de aterrizaje, lo que tranquilizó a los ingenieros en la base terrestre, a pesar de haber perdido contacto con la tripulación durante los últimos minutos de la maniobra: los astronautas Vladislav Valkov, Gueorgui Dobrovolski y Viktor Patsayev estaban finalmente a un paso de volver a casa y todavía nadie imaginaba que, en aquel preciso instante, comenzaba a originarse uno de los mayores misterios de la historia aeroespacial en la era moderna.
Aún sin contacto directo entre la base y la nave espacial, todos los sistemas indicaban un normal desarrollo de la etapa de ingreso a la ionosfera y la tripulación aterrizó según lo previsto. Sin embargo, una vez en tierra, los técnicos se sorprendieron cuando, al abrir la escotilla, pudieron ver a los tres astronautas sonreír, pero sin hacer el más mínimo ademán de saludo, ni movimiento alguno: todos ellos estaba muertos.
A partir de entonces se sucedieron las múltiples hipótesis que intentaron explicar por qué la tripulación del SOYUZ XI se encontraba muerta aunque sin el más mínimo rasgo de haber atravesado por una situación de peligro de muerte o riesgo durante el aterrizaje. Sus cuerpos no presentaban deformación alguna y lejos de haber fallecido con miedo, sus rostros sonreían plácidamente.
Mientras que en un principio se especuló con que la cabina habría sufrido algún tipo de circunstancia que le produjera una descompresión repentina, las autopsias revelaron ausencia de hemorragias internas. Los exámenes también permitieron descartar una trombosis, e incluso un cuadro de pánico, que derivara en un paro cardiaco; de hecho, la enigmática sonrisa en sus rostros solo reflejaba felicidad.
El último intercambio de palabras entre la tripulación y la base terrestre quedó debidamente registrado:
“-Aquí Yantar, (dijo Dobrovolski). Todo va perfectamente a bordo. Estamos en plena forma. Preparados para el aterrizaje. Ya veo la estación. Brilla el sol.”
“-Hasta ahora Yantar, (respondió el control de misión en la Tierra). Pronto nos veremos en la Patria. Inicio de maniobra de orientación”
Según todas las apariencias, estas fueron las últimas palabras registradas. Si hubo algo más, las autoridades soviéticas no quisieron revelarlo. No obstante subsiste un misterio, incluso siendo un fallo técnico como una descompresión la culpable de la muerte de los astronautas a bordo de la cápsula. El examen de la cabina de vuelo demostró que no presentaba ningún defecto de estructura, y que solo la pérdida de una junta del sistema de cierre hermético pudo provocar la catástrofe. Un fallo como este condenaba a los astronautas sin posibilidad de escape a la muerte.
Este aspecto no se tuvo en cuenta. Sin traje espacial y sin escafandra deberían de estar mucho más protegidos contra ese tipo de accidentes. Pero no fue así. Por otra parte durante el vuelo debería de haberse registrado un descenso de la presión, como ocurrió en el Apolo XIII, en el que fue detectada inmediatamente una explosión en el compartimiento de máquinas.
Una respuesta al misterio seria dada más tarde por el doctor Gultekin Gaymec, de origen turco, quien al escuchar la noticia recordó que la intensidad de las cargas eléctricas presentes en la atmósfera responde a ciertos ciclos definidos.
Dedujo que las cargas eléctricas en la ionosfera aumentaron repentinamente hasta extremos que condujera a una aguda alcalosis en los astronautas soviéticos. La alcalosis o contenido alcalino exageradamente elevado en sangre y tejidos, conduce al paro cardiaco. El anhídrido carbónico que se presenta en exceso en el organismo provoca rictus en las victimas. Por eso las víctimas que lo sufren parecen sonreír.
El medico hizo pruebas en voluntarios, descubrió una correlación directa entre los pacientes y los ciclos eléctricos atmosféricos: crecía el índice de sodio y colesterol. Además los niveles de potasio descendían. Debemos recordar que el potasio es vital para la correcta actividad eléctrica del corazón.
Estos estudios han ayudado para blindar mejor las naves espaciales, pero también para señalar que los campos eléctricos de la atmósfera, que son provocados por la actividad solar, están directamente relacionados con muchos padecimientos en el hombre, como los ataques al corazón.
A pesar de tener una explicación científica razonable, aún hoy en día existen cientos de dudas del por qué sonreían los astronautas muertos después de que su nave aterrizara sola. Espero que vuestras caras se hayan quedado igual leyendo la historia que os traigo hoy. ¡¡¡Un fuerte abrazo a todos los amigos y seguidores de Informe Insólito y hasta el próximo misterio en nuestros cielos!!!