Auténticos artefactos voladores y que surcaban los mares, llegados de forma milagrosa de los cielos y desde los océanos, sorprendieron a muchas tribus aborígenes de Oceanía o el Amazonas a finales de la Segunda Guerra Mundial. ¿Eran divinos esos seres blancos, inteligentes, de distintas lenguas o trajes espaciales que hacían milagros con los objetos que portaban? Os lo cuento en mi artículo de hoy Informe Insólito…
Bienvenidos a bordo de nuevo una semana más, amigos de Informe Insólito y seguidores de nuestra sección de Misterios Aéreos. Rastreando nuevas historias y enigmas en torno a los misterios aéreos de los cielos que se extienden a lo largo de este planeta, me he topado casi de casualidad con una historia que me ha llamado muchísimo la atención. Sin duda es una clara señal, lo que os voy a contar hoy, de que conocemos poco o más bien muy poco todavía, todos los rincones, culturas, tradiciones y sociedades de nuestro planeta.
Viajamos en el tiempo a bordo de nuestro vuelo del misterio en esta ocasión, no muy lejos además, al tan próximo siglo XX que todavía tenemos tan cerca en nuestra historia y ponemos rumbo hacia la zona del planeta donde se encuentra Australia y la Melanesia. Viajamos hoy además, en un sentido como pocas veces lo hacemos, de una forma mucho más espiritual y reflexiva. La Melasenia de nuestro planeta es la zona de la Tierra donde se sitúan las diferentes regiones que forman el continente de Oceanía, lugar donde por ejemplo encontramos islas como Nueva Guinea, Islas Fiji, Isla de las Flores, Islas Vanuatu, Isla de Tanna, las islas del Estrecho de Torres, Nueva Caledonia y un largo etc…
En todas estas regiones, tras finalizar el sangriento periodo que sacudió a todo el planeta y que fue ni más ni menos que la Segunda Guerra Mundial, nacieron una serie de creencias, filosofías, tradiciones y religiones que se extendieron a lo largo de estas regiones entre las más de 1000 creencias distintas dentro de la inmensa diversidad de pueblos aborígenes que habitan estos lugares. A estas nuevas formas de pensar, si hablamos de una manera religiosa, se le llamó “Culto de Cargo” o “Culto al Cargo”. Hasta este momento, se pensaba que en la zona podría haber entre unas 700 y 1000 creencias religiosas distintas. También hay que tener en cuenta que en toda Oceanía la diversidad cultural y lingüística era casi ilimitada, lo cual hace de esta historia todavía una historia mucho más asombrosa. Y a ello se le suma la novedad de la llegada de los “invasores” europeos que trajo la Segunda Guerra Mundial, llegada que fue principalmente significativa por la implantación de nuevas tecnologías.
En resumen, el “Culto al Cargo” se convirtió desde ese momento en la creencia religiosa más importante de todas las regiones que conformaban Oceanía, pasando éstas a celebrar cultos y ritos propios específicos para esta nueva “religión”. Y todos nos preguntamos, ¿en qué consiste el “Culto al Cargo” o “Culto de Cargo”? Veamos pues, detenidamente, en qué consisten estos nuevos ritos religiosos. El “Culto de Cargo” es, específicamente, una creencia que adoptaron los pueblos aborígenes de la región de Oceanía, tras la llegada de los europeos al finalizar la Segunda Guerra Mundial, basada en la espera de la llegada de los aviones cargueros llenos de mercancías y víveres, que los pueblos aborígenes hacían mientras esperaban ver la llegada de esos “aviones milagro” que cada vez que descendían del cielo, siempre traían cosas buenas a bordo para sus pueblos.
No solo se ciñe este culto a los aviones que llegaban de los cielos (una tecnología que los pueblos aborígenes no lograban entender en sus cabezas) sino que también se ampliaba a esas magníficas naves que surcaban los mares rumbo a Oceanía y que igualmente llegaban con provisiones a bordo, mercancías y víveres. Durante la Segunda Guerra Mundial y al final de la guerra, llegaban barcos procedentes de Japón, de los EEUU o Gran Bretaña (y demás ejércitos aliados) con cargamentos que contenían nuevos artefactos tecnológicos, totalmente desconocidos para los atrasados pueblos aborígenes, como por ejemplo podía ser ropa para vestirse, papel y lápices o bolígrafos para escribir, utensilios para el hogar como lámparas, comida, armas, teléfonos, etc… Todo ello embarcado en grandes aviones de carga, en grandes buques mercantes, etc…
Los aborígenes de la Melanesia, ya sorprendidos de por sí con la llegada de tantos nuevos elementos tecnológicos desconocidos y avanzados para sus culturas y sociedades, aún se asombraron más al ver cómo desde esas aeronaves que volaban y esas naves que surcaban los mares llegando a sus costas descendían hombres que hablaban lenguas totalmente distintas y desconocidas para ellos. Pero no solo eso, incluso esos hombres que hablaban de forma tan distinta, eran capaces de curar enfermedades que mataban a muchos aborígenes con el simple hecho de contraerlas, de alguna forma milagrosa lograban esos europeos frenar la mortalidad entre estas gentes nativas del lugar. Todos estos hechos, para los aborígenes eran imposibles de comprender, de razonar o de explicar, solamente veían nuevas tecnologías llegadas como caídas del cielo y que jamás habían visto ni tocado. Por lo tanto, se extendió muy velozmente la creencia de que todas estas nuevas maravillas tecnológicas y palpables no eran más que envíos realizados por los mismísimos Dioses a los que tanto habían antes adorado. Ahora esos Dioses enviaban objetos muy valiosos y preciados y ellos tenían que adorarlos para agradecérselo.
Cuando por fin llegó el tan esperado final de la Segunda Guerra Mundial, estos hombres de lenguas distintas, que los aborígenes tenían como enviados por los Dioses directamente, comenzaron a desaparecer para siempre. De repente, los cargamentos comenzaron a dejar de llegar, junto con esas medicinas milagrosas y el mar no traía más barcos cargados de milagros en sus bodegas. Así pues, dentro del “Culto de Cargo”, todos esos pueblos aborígenes esperan aún hoy en día, que esos artefactos de los Dioses regresen de nuevo por aire y por mar. Pero en sus creencias esperan que esos barcos y aviones lleguen con sus ancestros melanesios a bordo, desapareciendo para siempre esos hombres blancos enviados por sus Dioses. Esos ancestros llegarán con los conocimientos adquiridos de esos hombres de lenguas distintas, con sus tecnologías milagrosas y sus bienes tan preciados, que los aborígenes consideran prácticamente como poderes especiales. Esos conocimientos serán traspasados a los nativos aborígenes de Oceanía y comenzará una nueva época de prosperidad para todas estas culturas.
Para realizar estos ritos y estos cultos, los melanesios recrean las maquetas de esos aviones con madera, paja, cuerdas y otros materiales recogidos de la propia naturaleza. Pero son tan exacto que incluso, dentro de ellas, recrean los equipos de radio o los sistemas de armas que llevaban esos aviones a bordo para protegerse. Los aborígenes, curiosamente recrean lo que ellos llaman aviones de “sexo femenino”, cuyo fin únicamente es atraer a esos “aviones macho” que llegaban de los cielos milagrosamente cargados de objetos milagrosos y llenos de poderes especiales.
Existe desde entonces, y todavía en la actualidad, una fecha clave en estas regiones que se celebra como si fuese la mismísima Navidad para nosotros, los Cristianos. Se trata del 15 de Febrero. A esta festividad anual se le llama “El Día de John Frum”. Se dice y se cuenta que John Frum era un soldado de los EEUU que un día de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, llegó a las Islas Vanuato, en concreto a la Isla de Tanna y se presentó a los nativos diciendo “ Yo soy John Frum, vengo desde América”. John habría llegado cargado de diversos regalos para los aborígenes de las islas. El nombre de “John Frum” puede que se derivase de “John From/Frum América” quedando en “John Frum” definitivamente. La existencia de este famoso personaje (para algunos de leyenda) no está 100% certificada ni comprobada pero lo cierto es que para los aborígenes de Melanesia, John Frum llegó a convertirse en un auténtico Dios que vino cargado de regalos con poderes especiales y, desde entonces, esperan de nuevo su llegada. Incluso en las Islas Vanuato llegó a fundarse la Iglesia de John Frum, esperando hasta hoy su nueva llegada al igual que los Cristianos esperan la segunda venida del Mesías.
Hubo en los años 60 un naturalista bastante famoso llamado David Attenborough que, además de divulgador, viajó a la Isla de Tanna (Islas Vanuato) a realizar un reportaje acerca de la vida de estas tribus aborígenes, de sus costumbres, ritos y sociedades. Les preguntó si todavía creían en la figura de John Frum a los que éstos respondieron que los Cristianos todavía creían y esperaban la segunda llegada de Cristo más de 2000 años después, por qué ellos no iban a esperar la segunda llegada de John Frum si solamente habían pasado unas pocas décadas. Cuando menos, curioso. Como curioso es que hoy en día todavía se sigue adorando al mismísimo Duque Felipe de Edimburgo, que es adorado por unas tribus aborígenes llamadas Yaohnanen. Pero… ¿realmente fueron estas sociedades de aborígenes de la Melanesia de Oceanía los primeros en fundar el “Culto de Cargo”? Existen pruebas que chocan con esta teoría. Viajemos pues desde el Pacífico hacia las selvas amazónicas.
Los “Cultos al Cargo” puede que tengan un origen todavía muchísimo más antiguo. Se ha detectado y comprobado que existe una tribu llamada “Los Kayapo”, en plena selva del Amazonas que desarrollaron una especie de adoración en tiempos mucho más remotos a lo que, todo parece indicar, que era un ser o visitante extraterrestre. Todos los años, los Kayapo celebran la llegada de un ser llamado “Bep Kororoti” (significa el que viene o llega del Cosmos), el cual vestía un traje bastante similar al de un astronauta de nuestra época actual. Lo simulan con una vestimenta parecida al de un astronauta pero hecha de mimbre. Este ser habría llegado de la zona montañosa de Pukato Ti. Los lugareños enseguida comenzaron a adorar al ser desconocido recién llegado, que lucía una piel extremadamente brillante y blanca, donde resaltaba su belleza y la buena voluntad que parecía que traía. Enseguida lo tomaron por un Dios descendido de los cielos. Era, además, muy inteligente y transmitía conocimientos extremadamente valiosos y útiles a esa tribu tan atrasada socialmente.
Pero llegó un día, que no se sabe por qué razón, Bep Kororoti se enfadó con la tribu y en un ataque de ira lleno de gritos y amenazas prohibió que los Kayapo se acercasen a él. Acto seguido, Bep Kororoti se dirigió a las montañas y huyó hacia el cielo, en lo que los Kayapo describieron como una explosión enorme en la que vieron desaparecer a aquel ser desconocido en una auténtica nube de fuego, rayos, humo y truenos que se dirigía hacia el cielo (¿podría ser un artefacto similar a un cohete con un motor a reacción?). La explosión destruyó parte de las zonas de selva cercanas a sus poblados, lo que mató animales y vegetación dejando a los Kayapo en una situación de hambruna e inanición y falta de recursos. En 1952, un etnólogo llamado Joao Américo Peret, entrevistó a la tribu que le narró la historia describiendo a aquel ser vestido con un traje de astronauta y realizando cosas que parecían de pura magia. Era capaz de matar con solo tocar a alguien, incluso. Hay que recordar que hablamos de épocas en las que el hombre todavía no había iniciado su carrera espacial. La nube y objeto que vieron los Kayapo ascender a los cielos la describieron como ramas que parecían salir de un árbol. Bep Kororoti se sentó sobre aquel árbol y tras tocar varias ramas aquello explosionó y ascendió a los cielos.
Nada que ver la historia de John Frum con la de Bep Kororoti pero sin embargo, el rito de culto a estas creencias y las ceremonias se parecen infinitamente una barbaridad. Como podéis observar, existen numerosos núcleos sociales, atrasados y anclados socialmente a su tiempo, no muy adaptados a nuestra sociedad actual que todavía mantienen ciertas creencias basadas en ciertas experiencias que, aunque para nosotros son de lo más normal, para ellos derivan en auténticas situaciones milagrosas, inexplicables y a veces, casi llenas de pura magia. Me ha resultado tan interesante conocer esta historia que por eso he querido compartir con vosotros lo que para mí resulta un auténtico misterio de nuestros cielos de hoy en día, aunque esté basado en antiguas creencias. Os espero en el próximo vuelo del misterio, amigos de Informe Insólito!