Me asombran las mentes de aquellos jóvenes kamikazes, o lo que es lo mismo, aquellos jóvenes pilotos tan locos, fanáticos y auto destructivos. Por más que lo intento razonar, me parecen jóvenes con formas de actuar inexplicables. ¿Qué causó y cuál fue la razón de que estos jóvenes con muchos años de vida por delante actuasen de aquella forma siendo convencidos a auto-inmolarse y a suicidarse atacando al enemigo? Os lo cuento en mi sección de Misterios Aéreos en Informe Insólito…
Bienvenidos una semana más al mundo de los misterios en torno a nuestros cielos, Misterios Aéreos, en nuestra maravillosa web del misterio y lo incógnito en Informe Insólito. He querido, en esta ocasión, recordar viejos tiempos bélicos, donde cotidianamente encontramos nuevas historias, a menudo conocidas, sobre aquellos viejos combatientes que cayeron en el frente a miles, luchando por el único objetivo de defender banderas, fronteras, patrias y conquistas. Pero he querido dar un paso más allá de lo habitual y de lo que siempre escuchamos, leemos o vemos sobre estos combatientes en prensa y televisión. He querido, en esta ocasión, profundizar y adentrarme en unas de las mentes más desconocidas e inquietantes que nuestra historia bélica ha conocido a lo largo de sucesivas guerras en nuestro planeta.
Muchos me dirán, nada más leer el título de mi artículo que el término “Banzai” no se usaba para referirse a los kamikazes. Quizá tengan cierta razón, puesto que los ataques japoneses bautizados como “Banzai” eran ataques terrestres de las tropas imperiales japonesas en forma de avalanchas humanas que, durante la II Guerra Mundial, se realizaron a la desesperada contra las tropas de tierra aliadas. Causaban numerosas bajas entre los propios japoneses pero está claro que eran auténticos ataques suicidas, muchas veces tan solo con espadas en mano o bayonetas contra las armas de fuego aliadas. Lo he escogido precisamente por su característica de “ataque suicida”. Digamos entonces que eran los kamikazes terrestres.
Viajemos pues, al interior de esas mentes suicidas que estrellaban sin piedad sus propios aviones, aquellos cazas de combate del tipo “Zero”, contra su enemigo sabiendo que morirían instantáneamente con esta acción. Así se comportaban los verdaderos kamikazes. El término kamizake, según su traducción, significa “Viento Divino”, que precisamente fue el nombre con el que los japoneses bautizaron a los tifones durante los años 1273 y 1279, años en los que Japón se salvó de la invasión de Kublai Khan, gracias a estas inclemencias climatológicas. También huno otro término con que se denominaba a los kamikazes, que era “Shimpu”. Los “Kamikazes o Shimpus” estaban destinados a convertirse en los “Samurais” del siglo XX, guerreros capaces de sacrificar su vida por la Patria y por un Dios, que era el Emperador Hirohito y su único fin era alcanzar lo que llamaban el “Yusshi Reisho”, que significaba el “Sacrificar la Vida”, el fin supremo de sus propias vidas.
Durante el comienzo de la contienda no existían como tales kamikazes pues no eran necesarios pero cuando la guerra avanzaba y las tropas comenzaban a escasear, los japoneses pensaron que su arma más mortífera era sacrificar sus vidas sin miedo a la muerte. La estadística recogió que tan solo un kamikaze de cada cinco lograba impactar contra su objetivo. Muchos de aquellos jóvenes aviadores eran reclutados en edades universitarias, incluso muchos habrían sido rechazados por las propias fuerzas aéreas japonesas al inicio de la guerra pero obviamente, en el transcurso de la contienda, se necesitaba a todo aquel que estuviese dispuesto a ser voluntario para morir por la causa. Los primogénitos de las familias sí lo tenían algo más difícil para alistarse, pues en ellos recaía la responsabilidad de la familia y su figura era muy venerada en su sociedad pero los hermanos pequeños no encontraban ninguna oposición por parte de Japón.
Hace relativamente pocos años, se halló en Japón una colección de cartas que poseía un antiguo piloto japonés kamikaze y Japón ha solicitado a la Unesco que esa colección de misivas de la II Guerra Mundial pase a formar parte del Patrimonio de la Humanidad. No, no habéis entendido ni leído mal. ¿Cómo podría existir a día de hoy un “antiguo” piloto kamikaze japonés vivo? Sí, existe, y se llama (o se llamaba) Tadamasa Itatsu hasta 2014. Desconozco si todavía sobrevive hoy en día en 2018 pero teniendo este antiguo piloto 89 años en 2014, Japón halló su colección de cartas que él guardaba con mucho cariño y recuerdo donde residía por ese año en la ciudad de Nagoya. De esta manera el actual Japón quiere inmortalizar el recuerdo de aquellos leales combatientes, siempre fieles a las órdenes de su emperador.
El viejo kamikaze Itatsu ha sobrevivido hasta nuestros días por una sencilla razón, quizá obra del destino tan caprichoso que siempre está escrito para cada uno. Cuando Tadamasa Itatsu recibió la orden de su oficial superior de embarcar en su avión y proceder a realizar lo que ellos llamaban un “ataque especial”, Tadamasa despegó consciente de que su acción ayudaría a que los aliados no invadiesen Okinawa. Era el año 1945 y por aquel entonces este viejo kamikaze tenía 19 años de edad. Aquel año las tropas estadounidenses y sus aliados británicos navegaban con toda su marina de guerra rumbo a Okinawa. Si los aliados conquistaban este emplazamiento clave, tendrían mucha facilidad para atacar posteriormente las demás islas japonesas si usaban Okinawa como base para lanzar sus bombarderos y sus ataques aéreos. El kamikaze Tadamasa no se lo pensó y despegó en su avión rumbo a su objetivo, un navío aliado. Pero el destino decidió que aquella jornada no debía de morir como un kamikaze, con honor cumpliendo las órdenes de su Emperador Hirohito. Tuvo un fallo de motor en su caza de combate y en medio de la ruta, se vio obligado a amerizar en pleno Océano. Fue rescatado por tropas japonesas y regresó a su base de origen para prepararse para un nuevo ataque suicida. Antes de que consiguiera ponerse en vuelo de nuevo, la guerra ya había terminado y gracias a este hecho, Tadamasa sobrevivió hasta nuestros días a su papel de kamikaze en la II Guerra Mundial.
Como podemos observar, las mentes de aquellos jóvenes aviadores japoneses elegidos para morir matando eran constantemente “lavadas” y “educadas” con la cultura de suicidarse atacando al enemigo. Su acción, llena de honor y sacrificio para complacer a su Imperio, salvaría cientos de miles de civiles (incluso millones) en las islas japonesas, al impedir que los aliados llegasen a tomar Japón y ganar la guerra. Morían convencidos de salvar de esta manera a su Imperio y a su Patria. Se les consideraba como auténticos guerreros y por esta razón, Japón hoy en día, quiere que su recuerdo permanezca siempre imborrable protegiendo esa colección de cartas donde uno puede aprender tanto de su cultura. Tadamasa Itatsu, desde su amerizaje, al no lograr inmolarse como un kamikaze vivió el resto de su vida bastante avergonzado y su pasado lo mantuvo siempre bajo secreto. No era algo de lo que pudiera alardear dentro de la cultura japonesa. Incluso valoró el suicidarse, pero nunca valor para hacerlo aunque sobrevivir a aquellos días fue para él totalmente desafortunado. Es curioso que si lo tuviese años atrás para incrustar su avión contra un navío enemigo y acabar de esa manera con su vida de piloto militar. Hoy en día, su colección de cartas se ha convertido en una de las más importantes que existe. Reunió, a partir de 1970, recuerdos y cartas de todos sus antiguos compañeros muertos e inmolados en combate, gracias a que sus familias le cedieron fotografías y recuerdos de aquellos jóvenes compañeros suyos kamikazes. Tadamasa sostiene, en base a lo escrito en las cartas, que quien murió lo hizo voluntariamente presentándose a aquellos “ataques especiales”, como los llamaban sus oficiales superiores.
Aquellos jóvenes kamikazes rogaban a sus familias, a través de las cartas, que no se sintieran tristes por su final como pilotos suicidas; recalcaban que no existía mayor honor que dar su vida de aquella manera por su Emperador. Las cartas no hacen más que confirmar que aquellos pilotos japoneses eran sometidos a intensos lavados de cerebro por parte de sus oficiales superiores. Toda una generación de jóvenes pilotos militares “entrenada” y adiestrada mentalmente para morir suicidándose contra el enemigo. Obedecían las órdenes ciegamente, sin ningún tipo de protesta. Solamente en algunas cartas se intuía que existía un grupo muy minoritario que no asimilaban demasiado bien aquellos lavados de cerebro, que no se creían las causas por las que debían de morir en honor a su Emperador. Y desde luego no compartían con entusiasmo la misión que les esperaba. Entre todas esas cartas destaca la de un piloto kamikaze llamado Ryoji Uehara, que dejó escritas las siguientes palabras en su última carta:
“Mañana, alguien que cree en la democracia dejará para siempre este mundo. Puede que parezca un ser solitario pero mi corazón está lleno de satisfacción. La Italia del Fascismo y la Alemania Nazi han sido derrotadas y han caído. El autoritarismo es como construir una casa con piedras rotas”.
Podemos, a través de la colección de cartas de Tadamasa, encontrar otra historia curiosa de otro kamikaze. Se llamaba Yoshiomi Yanai y fue otro aviador japonés que sobrevivió a su suicidio con 23 años. Escribió a sus padres las siguientes palabras en su carta de despedida: “Padre, Madre, me voy a matar ahora. Voy a morir con una sonrisa. Yo no soy el hijo perfecto, perdonadme por favor por ello. Yo me marcharé el primero y os estaré esperando”. En su última misión, donde debía estrellarse contra su objetivo, no logró alcanzarlo porque sencillamente no lo localizó y se vio obligado a regresar a su base. Obviamente semanas después se reencontró con sus padres y jamás vivió ni tranquilo ni con honor pues fue el único kamikaze en aquella jornada que no logró auto inmolarse contra su objetivo.
También estas cartas nos cuentan la historia del aviador nipón Hisashi Tezuka también tenía 23 años cuando se alistó. En aquel entonces los aspirantes a pilotos militares del Imperio estaban obligados a rellenar un cuestionario donde se les proponían tres opciones para responder. La primera opción a tachar era “Deseo Unirme”, la segunda opción era “Deseo Apasionadamente Unirme” y la tercera era “No Deseo Unirme”. El caso de Tezuka fue curioso porque tachó las tres respuestas en el cuestionario y escribió con su puño y letra “Voy a Unirme”. Tezuka fue un kamikaze que volaba a su objetivo y cuando tan solo le quedaban minutos para alcanzarlo y morir, mientras llevaba sintonizada la radio en su avión de combate y escuchaba un discurso de su Emperador, oyó entre aquellas palabras de boca del propio Hirohito que el Imperio de Japón acaba de rendirse, finalizando así el conflicto. Otra historia impactante fue la del kamikaze de 22 años llamado Shinichi Ishimaru. Se hizo famoso por despegar hacia su misión suicida con un guante de béisbol a bordo. Por la radio, antes de alcanzar su objetivo, en vez de gritar “Banzai”, gritó “Strike”. Una curiosidad, sin duda, que siempre quedará presente en la historia bélica de la II Guerra Mundial.
La verdadera “grandeza o poder” de los ataques kamikazes contra las tropas aliadas residía en un motivo puramente psicológico. Los jóvenes aviadores nipones preferían morir antes de ser vencidos y Japón aprovechó este espíritu para potenciar los ataques suicidas. Los EEUU, en 1944, comenzaban a superar a Japón en número de aviones de guerra, navíos de combate, destructores y pilotos de combate con experiencia, además de en soldados y provisiones tales como petróleo y combustibles. Sin embargo el ejército imperial de Japón tenían el arma exclusiva por excelencia, pilotos que no tenían miedo a morir y realizaban ataques suicidas sin ningún tipo de miedo. Esto expandió entre las tropas estadounidenses la idea de que era muy difícil defenderse de alguien que muere matando y causó mucho miedo psicológico entre las tropas americanas y aliadas. Japón pensaba que este hecho haría a los aliados retroceder. La verdad es que no se conoce exactamente quien fue el primer militar que ideó un ataque kamikaze pero todos los hechos y pruebas indican que podría tratarse del Almirante japonés Takijiro Onishi, Almirante designado para organizar y dirigir los primeros ataques kamikazes. Además, los pilotos kamikazes tomaban antes de los combates grandes dosis de una sustancia llamada “Philopon”. Era un anfetamina que los mantenía concentrados y estimulaban así sus niveles de agresividad, consiguiendo que aumentasen. Se convirtió en una droga imprescindible para los suicidas, con la que, gracias a ella, conseguían tener el valor suficiente incluso para atravesar lluvias de balas, incluso heridos, antes de lograr sus objetivos.
Existe un Museo del Kamikaze que está situado en la ciudad de Kagoshima, en la antigua base militar nipona de Chiran. Desde allí los kamikazes japoneses realizaban su último despegue hacia la batalla de Okinawa. Se exponen muchas cartas de los pilotos suicidas, también se expone mucho material que usaron e incluso están expuestos varios cazas japoneses “Zeros” que usaron los kamikazes para entrenamientos de vuelo dentro del “Cuerpo de Ataque Especial” al que pertenecían. El último kamikaze que la historia recoge en la II Guerra Mundial fue el Almirante Matome Ugaki. Curiosamente, además de ser el último japonés en inmolarse de esta manera no era ni siquiera piloto de combate ni sabía pilotar aviones. Sin embargo fue uno de los encargados de los escuadrones de ataques especiales al final de la guerra. Él mismo tomó la decisión de que no podía morir de otra manera que no fuese de la misma forma que él le había ordenado a sus jóvenes pilotos kamikazes. Como no sabía pilotar, pidió un piloto voluntario que manejó el avión con el cumplió su último deseo como Almirante.
En Japón hoy en día, mucha gente se hace tan solo una única pregunta: “¿Cómo llegamos a aquello?”. En la cultura y sociedad japonesa, existe a día de hoy un problema de reconocimiento de ciertos hechos, sobre todo, cuando muchos allí mantienen que ellos nunca comenzaron el conflicto (tesis o hipótesis que avalaría lo que muchos historiadores sostienen sobre las dudas de que los propios americanos preparasen su “auto-ataque” a Pearl Harbour y provocasen el comienzo de la guerra contra Japón y la entrada de los EEUU en la II Guerra Mundial). Japón hoy en día sobrevive como el haber sido el único país del mundo que ha sido atacado con bombas atómicas y de haber tenido tan solo 100.000 muertos en un día en el bombardeo a Tokio. Sin embargo nadie recuerda el régimen tan sanguinario y salvaje que infringieron a muchos en otros países. Los americanos apodaron a los pilotos kamikazes como los “Bakas” que se traducía como “idiotas”. Incluso existió una aviadora alemana llamada Hannah Reitsch que propuso al régimen NAZI y a Hitler en especial, el crear un escuadrón especial de pilotos suicidas alemanes. Se aprobó el proyecto para que pilotos alemanes de combate pilotaran los cohetes V1 y dirigirlos con extrema exactitud hasta sus objetivos, siendo estos cohetes modificados y añadiéndoles muchos más explosivos a bordo. Fue la única mujer condecorada por Hitler con la famosa Cruz de Hierro. Pero el proyecto se canceló en el último momento.
Que este artículo sirva como recuerdo y honor, sin entrar en valoraciones políticas, a todos aquellos valientes aviadores de combate que dieron su vida por defender sus ideales y sus naciones, muriendo con el espíritu y la convicción de saber que estaban dando lo mejor de cada uno de ellos para ganar una guerra que jamás debió de suceder. Hasta el próximo vuelo del misterio, amigos de Informe Insólito….